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Un hogar para Dios – Las tres semanas

Autor: breslov.org
Chaim Kramer – Parshat Pinchas and The Three Weeks
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¿Qué pasaría si los Nueve Días pudieran ser un momento emocionante del año? No me refiero a un tiempo de fiesta y celebración, sino más bien a un momento significativo del que nos sintamos agradecidos por haberlo vivido.

 

No sólo que esta oportunidad existe, sino que esta fue ciertamente la intención que tuvieron nuestros Sabios cuando establecieron las leyes y costumbres de este período. El verdadero judaísmo nunca se trata de prácticas culturales o históricas, y ciertamente no se trata de imponernos restricciones arcaicas, difíciles y sin sentido. Este período de tiempo no es diferente, y en nuestro mundo acelerado, nos corresponde ir más despacio y descubrir las muchas partes esenciales de la vida a las que sólo se puede acceder a través de las lecciones de estos días más sombríos.

 

Cada persona tiene su casa o ese lugar donde la gente la conoce. Por ejemplo, un jefe tiene su despacho y un rabino, su estudio. Sin limitarse a lugares específicos, no les sería posible llevar a cabo su función. Del mismo modo, marido y mujer viven juntos en su casa o apartamento; este es un entorno en el que llegan a conocerse de la manera más íntima.

¿Qué pasaría si los Nueve Días pudieran ser un momento emocionante del año? No me refiero a un tiempo de fiesta y celebración, sino más bien a un momento significativo del que nos sintamos agradecidos por haberlo vivido.

El término “Beit HaMikdash” (Templo Sagrado) significa literalmente “la casa santificada”. Era una casa para Dios, el único lugar en la tierra donde la Presencia de Dios descansaría entre nosotros y crearía el ambiente óptimo para el desarrollo y la experiencia espiritual en la Tierra.

 

Pero demos un paso atrás. La idea de que Dios, el Ser Infinito y más Asombroso, constriña Su Presencia y vista Su Majestad en una casa terrenal es difícil de entender. Siendo que Él es tan increíblemente grande, ¿por qué limitaría, por así decirlo, Su Presencia a este único lugar?

 

Como ha demostrado una vez más este ciclo electoral, los políticos no pueden ser elegidos sin convencer (y a veces rogar) a la gente para que les vote. Del mismo modo, un rey no puede existir sin un pueblo. En un increíble despliegue de humildad, Dios quiso otorgarnos Su realeza. Para llevar a cabo este acto, es necesario que demostremos nuestro reconocimiento y lealtad hacia Él. Sin embargo, por Su increíble amor por nosotros, Él deseó hacer tal cosa y por lo tanto constriñó Su Presencia vistiendo Su majestad en el Beit HaMikdash para que podamos conocerlo y convertirnos en Su Pueblo más cercano.

Desafortunadamente, con el paso del tiempo, perdimos nuestro sentido de apreciación. Esto queda claro en las transgresiones que nuestros Profetas y Sabios detallan, una de las cuales fue que no hicimos las bendiciones sobre la Torá antes de dedicarnos a su estudio. No es que no hayamos estudiado la Torá, sino que no hemos hecho primero las bendiciones sobre ella. ¿Qué tiene esto de malo para que haya sido la causa del exilio?

 

Reb Noson explica que en la bendición decimos: “Quien nos ha elegido de entre las naciones”. Puede que hayamos estudiado, pero la esencia de la Torá es su naturaleza especial que nos permite forjar una relación con Dios. Si no reconociéramos esta relación, dejaríamos de ser merecedores de ella. Debido a nuestra falta de aprecio, Dios dejó de ocultar y constreñir Su majestuosidad a este único lugar, por lo que este ya no pudo soportar Su grandeza y fue posteriormente destruido.

 

Al reflexionar durante estos días sobre nuestra enorme pérdida, deberíamos sentir un renovado sentido de esperanza. Dios no ha cambiado de opinión; si lo hubiera deseado, habríamos sido destruidos en lugar de exiliados. Su mayor deseo es volver a hacer posar Su presencia entre nosotros. Nuestros exilios espirituales, ya sean nacionales o personales, nos recuerdan que, si nos humillamos y disminuimos nuestro ego, Dios nos corresponderá inmediatamente, disminuyendo Su Presencia una vez más en el Beit HaMikdash y en nuestras vidas personales.

 

Ahora es un momento de gran introspección. Podemos mirar nuestras vidas y humillarnos ante Dios admitiendo nuestras diversas deficiencias, ya sea en el estudio de la Torá o la oración, o en nuestras relaciones con los seres queridos y los amigos. Es cierto, puede que no cambiemos inmediatamente, pero al dar el primer paso colosal y evaluarnos honestamente, disminuimos nuestro ego y hacemos espacio para Dios dentro de nuestros corazones y vidas.

 

Empecemos a reconstruir.

 

Basado en Likutey Moharan I, 219

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