La gente no suele apreciar la gran importancia de encontrar al más grande guía espiritual
Una vez, un judío apareció en una isla desierta. El capitán del barco que lo encontró vio que, además de la choza hecha con bambú en la que vivía aquel hombre, también había construido dos chozas más. “Esas son sinagogas”, le dijo.
“¿Y para qué necesitas dos sinagogas?”, preguntó el capitán.
“Esta es la sinagoga en la que rezo y esa es la sinagoga en la que no rezo!”.
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La gente no suele apreciar la gran importancia de encontrar al más grande guía espiritual. Piensan que cualquiera que sepa más que ellos es suficiente. “Si yo soy una persona común y corriente, ¿acaso no me basta con un rabino cualquiera?”.
Pero es exactamente al contrario. El Rebe Najman señala que cuanto más enfermo está el paciente, más experto deberá ser el médico al que recurra. Si alguien sufre de una enfermedad potencialmente terminal, obviamente que no va a ir a consultar al médico clínico de la clínica del barrio, porque lo más probable es que este médico le haga más mal que bien
Y si así ocurre con la vida física, cuánto más con la vida espiritual. Porque para que podamos ser sanos espiritualmente y alcanzar nuestro máximo tikún (rectificación del alma), es necesario que consultemos al más grande médico del alma, al tzadik.
El Rebe Najman señala que cuanto más enfermo está el paciente, más experto deberá ser el médico al que recurra. Si alguien sufre de una enfermedad potencialmente terminal, obviamente que no va a ir a consultar al médico clínico de la clínica del barrio, porque lo más probable es que este médico le haga más mal que bien
Ahí es donde la cosa se pone complicada. Uno empieza a buscar al tzadik que lo pueda guiar y acaba encontrándose con un montón de opiniones contrastantes sobre los distintos tzadikim. Al final es posible que pienses: “No se puede creer en nadie. Yo entiendo y estoy de acuerdo con lo que dice este y lo que dice aquel, o sea que estoy de acuerdo con ambos o no estoy de acuerdo con ninguno”. Especialmente hoy en día, en que se ha hecho tan popular la comunicación por internet, esta actitud pesimista se volvió muy común. Sin embargo, la verdadera respuesta al problema aparece aludida en las palabras de nuestra parashá: “El séptimo día será sagrado para ustedes. Es un Shabat de completo descanso para Dios” (Éxodo 35:2).
El Shabat es como una isla desierta. Es el día en el que nos desconectamos de la ilusión de que somos los que tenemos el control de todo y reconocemos la soberanía de Dios y la verdadera realidad espiritual de nuestra existencia. Y el tzadik es el que nos enseña a encarar este mundo físico y transformar cada acto en algo espiritual. Por eso, el tzadik y el Shabat están interconectados.
Nuestros Sabios nos presentan la escena de alguien que va atravesando el desierto y pierde la cuenta de los días. ¿Cómo puede entonces observar el Shabat si no sabe en qué día cae? Nuestros Sabios enseñan que debe tratar cada día como si fuera Shabat y limitar la melajá (labor creativa) solamente a aquello que es imprescindible para sobrevivir. Y también debe contar seis días desde el momento en que perdió la cuenta de los días y observar el Shabat al séptimo día, haciendo Kidush y Havdalá y absteniéndose de melajá (Shabat 69b).
Esta enseñanza también puede aplicarse al tzadik. Si no estamos seguros de quién es el verdadero tzadik, entonces tenemos que creer en todos los tzadikim. Y en la medida de lo posible, deberíamos limitar nuestro tiempo a temas materiales “a cuestiones de supervivencia” solamente. Sin embargo, también tenemos que hacer Kidush y Havdalá, proclamando el séptimo día como un día sagrado y separado de los demás. Cada persona debe designar un tzadik como sagrado y especial para ella y seguir sus enseñanzas y guía para alcanzar su propio tikún.
Basado en Likutey Halajot, Shabat 4:13