“Si hubiera conocido el poder de la plegaria, nunca habría torturado tanto mi cuerpo”.
Esta fue la conclusión de Rabi Najman después de años de ayuno y devociones. Si tan sólo se hubiera dado cuenta antes de que todo lo que anhelaba alcanzar podía lograrse a través de la plegaria, no habría dañado su salud con pruebas tan físicamente exigentes.
También dijo: “Desde el más pequeño de nosotros hasta el más grande, es imposible ser un judío verdaderamente digno si no es a través de la hitbodedut, que es la plegaria personal con nuestras propias palabras”. Eso significa reservar un espacio y un tiempo particular para derramar el corazón ante Dios como uno lo haría con su mejor amigo”.
Si tan sólo se hubiera dado cuenta antes de que todo lo que anhelaba alcanzar podía lograrse a través de la plegaria, no habría dañado su salud con pruebas tan físicamente exigentes.
Y luego Rabi Najman enumeraba un tzadik tras otro, enfatizando que cada uno de ellos había alcanzado su elevado nivel sólo a través de la plegaria y hitbodedut. ¿Y en cuanto a sí mismo? “¡Gohr mein zaj iz tefillah! – Mi camino es la plegaria”. Esto se convirtió en la sólida práctica de sus seguidores, volverse en plegaria a Dios en todo momento, de todas las maneras, sobre cada asunto.
Una vez un judío se acercó a Rabi Najman y le reveló al tzadik su anhelo más íntimo. “¡Rebe, deseo tanto acercarme a Dios!”
Rabi Najman le dijo: “Entonces mi consejo es que te vuelques al estudio de la Torá, porque ese es el camino para acercarse a Dios”.
El pobre hombre dejó escapar un suspiro desgarrador. “Pero Rebe, ¡no sé estudiar en absoluto!”.
Rabi Najman le respondió con palabras alentadoras: “Si es así, ¡entonces el mejor consejo es rezar! A través de la plegaria es posible alcanzar cualquier meta. Es el camino a la Torá, a la devoción, a la santidad. ¡Comienza con la plegaria!”
El Rebe llevaba a cabo esta práctica constantemente, en secreto… en áticos escondidos, en la tranquilidad de los bosques, en la intimidad de su propia alcoba, en el río en un pequeño bote de remos. Hablaba con sus propias palabras y también utilizaba todos los libros de plegarias que encontraba, incluso los pequeños volúmenes de oraciones en idish que habían sido escritos para mujeres. A los ojos del Rabi Najman, si se trataba de una plegaria, no había nada mejor…