Reza como un niño

Así rezaba el Rebe: con simplicidad, con sentimiento. Y así es como les enseñaba a sus alumnos a hacer hitbodedut.

La manera tan simple y a la vez tan profunda en que el Rebe Najman se sumía en la plegaria era una maravilla. El Rebe solía rezar con el corazón contrito, rogando compasión con absoluta abnegación, como un niño pequeño suplicándole a su padre.

Una vez, cuando un joven fue a pedirle consejo al Rebe sobre cómo rezar, el Rebe hizo una demostración de rezo: “¡Amo del universo! ¡Por favor, apiádate de mí! ¿Qué va a ser de mí al final? ¿Así es como voy a pasar el resto de mi vida? ¿Acaso esta es la vida para la que me creaste?”.

El Rebe solía rezar con el corazón contrito, rogando compasión con absoluta abnegación, como un niño pequeño suplicándole a su padre

Así rezaba el Rebe: con simplicidad, con sentimiento. Y así es como les enseñaba a sus alumnos a que hicieran hitbodedut. Expresando los sentimientos más internos como uno lo haría con su mejor amigo.

El último Rosh Hashaná de su vida, el Rebe ya estaba viviendo en Uman. Estaba enfermo de tuberculosis, enfermedad que le costaría la vida. Y estaba tan débil que apenas si podía levantarse de su lecho de enfermo. Su familia y sus alumnos lo asistían constantemente, tratando de aliviarle el sufrimiento y esperando escuchar sus palabras, y ver alguna mejoría.

Por ese entonces, el nieto del Rebe, Israel, se encontraba en la misma casa que su abuelo. Israel tenía cuatro años y era un niño sumamente astuto.

Una vez, el Rebe lo llamó: “Israel, por favor reza por mí, para que me sienta mejor”.

“Por supuesto”, le respondió el niño. “Pero primero dame tu reloj de oro”. El Rebe Najman sonrió y les dijo a sus discípulos: “¿Ven? El niño ya habla como los tzadikim. Sabe que tiene que pedir un objeto para poder realizar un pidión nefesh (rescate del alma) cuando reza”. El Rebe Najman se quitó el reloj y se lo dio al pequeño, quien aceptó el regalo. Luego, se hizo a un costado y rezó fervientemente: “¡Dios mío, por favor haz que mi abuelo se ponga bien!”.

Todos se rieron, pero el Rebe Najman ni siquiera sonrió, sino que le hizo un gesto a su nieto y le dijo: “¿Ven? Para rezar, hay que hablar con inocencia y simplicidad, igual que un niño que le pide algo a su padre”.

 

Basado en Or HaOrot I