El Rebe Najman hizo una promesa que ningún otro tzadik hizo en toda la historia
El Rebe Najman hizo una promesa que ningún otro tzadik hizo en toda la historia. Tomando a dos de sus principales discípulos como testigos, el Rebe dijo: “Cuando terminen mis días y me vaya de este mundo, he de interceder por todo aquel que venga a mi tumba, recite los Diez Salmos del Tikún HaKlalí y de un poco de dinero para caridad. Por más graves que sean sus pecados y sus transgresiones, haré todo lo que esté en mi poder por salvarlo y purificarlo yendo de un extremo al otro del universo por él. Lo tomaré de sus peiot (rizos) y lo sacaré del Infierno” (Sabiduría y Enseñanzas del Rebe Najman de Breslov #141).
“Cuando terminen mis días y me vaya de este mundo, he de interceder por todo aquel que venga a mi tumba, recite los Diez Salmos del Tikún HaKlalí y de un poco de dinero para caridad. Por más graves que sean sus pecados y sus transgresiones, haré todo lo que esté en mi poder por salvarlo y purificarlo yendo de un extremo al otro del universo por él. Lo tomaré de sus peiot (rizos) y lo sacaré del Infierno”
Esta práctica de visitar las tumbas de los tzadikim para rezar es muy antigua y se remonta a la época bíblica (Rashi, Números 13:22) y era muy famosa en la época del Talmud (véase Sotá 13ª; Zohar II:70b). Incluso hoy en día, muchos van de visita al cementerio antes de las Altas Festividades para rezar por buena salud y un año exitoso. Tras la muerte del tzadik, su alma queda permanentemente absorbida en la infinidad de Dios.
Y debido a que, de acuerdo con la Kabalá, la nefesh, que es la parte más inferior del alma, permanece en la tumba, este es un lugar apropiado para que el judío rece para apegarse a la infinidad de Dios. Si bien las visitas a las tumbas de los tzadikim tienen sus beneficios materiales, el deseo de ser un buen judío, de servir a Dios con todo el corazón, es el punto principal del viaje a Uman.