No pierdas la cabeza – Ki Tisa

De repente, pierdes el rumbo. Rápidamente empiezas a sentirte agotado y perdido y no sabes qué hacer. Mi consejo: no importa lo que haya pasado: ¡no pierdas la cabeza! Sigue adelante con una fe sencilla. Así es como te salvarás de caer en la idolatría. Este es el mensaje de la parashá Ki Tisa.

 

La parasha de esta semana se llama Ki Tisa, donde leemos sobre el Pecado del Becerro de Oro. La entrega de la Torá había tenido lugar poco antes, en que la nación de Israel era la “novia” del Santo, Bendito sea. Esto representaba el nivel más alto de conexión posible con el Creador. Cuarenta días después: ¡un desastre total! La Nación de Israel le dio la espalda a Hashem y pecó de la manera más grave: “El pueblo vio que Moshe Rabenu se demoraba en bajar de la montaña. El pueblo se reunió alrededor de Aharon HaKohen y le dijo: ‘Levántate. Haznos un dios que vaya delante de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a este hombre Moshé Rabenu que nos sacó de la tierra de Egipto’” (Éxodo: 32:1).

 

Cualquiera que lea la historia del Pecado del Becerro de Oro se queda atónito y asombrado. ¿Cómo pudo ocurrir algo así? Después de ver semejantes milagros y expresiones del poder de Dios cuando los sacó de Egipto con señales y maravillas asombrosas y después de que fueron testigos de la Entrega de la Torá en el Monte Sinaí y vieron a Dios hablándoles desde dentro del fuego, todos los que estaban allí experimentaron profecía y niveles elevados de espiritualidad muy por encima del reino de la experiencia humana normal. ¡Pero apenas cuarenta días después de todo eso, cayeron en el abismo más profundo, en el pecado de la idolatría…! ¿Cómo pudieron cambiar al verdadero Dios por un becerro de oro? ¡¿Cómo podemos entender lo que sucedió aquí?!

El pueblo vio que Moshe Rabenu se demoraba en bajar de la montaña. El pueblo se reunió alrededor de Aharon HaKohen y le dijo: ‘Levántate. Haznos un dios que vaya delante de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a este hombre Moshé Rabenu que nos sacó de la tierra de Egipto’”

Rabí Natan enseña: Veamos el evento mismo y tratemos de entender el error principal que los hizo caer en este grave pecado.

 

El quid de su error, enseña Rabí Natan, fue el hecho de que no intentaron buscar la santidad de Moshé Rabenu, que en paz descanse, por su cuenta. Si hubieran tratado de comprender la verdadera grandeza de Moshé Rabenu y todo el bien que había hecho por ellos, todo habría sido muy diferente. Comenzó con la revelación de Dios en la tierra de Egipto durante las diez plagas con todos los maravillosos milagros que Moshé Rabenu había realizado ante sus propios ojos, tal como se relata en la parashá Vaera y la parashá Bo. Y luego los sacó de Egipto con mano fuerte. Se produjo la división del mar y cayó maná del cielo. Luego tuvo lugar la más grande revelación de la bondad de Dios, en la entrega de la Torá, cuando Dios hizo descender la Torá con una revelación abierta de milagros increíbles.

Si hubieran considerado el asunto como debían y se hubieran dado cuenta de que lo principal que Moshé Rabenu había hecho realmente por ellos era revelarles al Creador por etapas, si se hubieran purificado como debían, sin duda se habrían esforzado por acercarse lo más posible a su nivel de profecía. Habrían intentado limpiarse y purificarse. Habrían comprendido que Moshé Rabenu había desaparecido para que ellos pudieran profundizar en su búsqueda y en su nivel de santidad, y que él había subido a los reinos celestiales a fin de extraer las demás mitzvot de la Torá para ellos en gran santidad, de modo que ellos también pudieran alcanzar la perfección espiritual, que es el máximo nivel de logro espiritual. Habrían sido fuertes en su determinación y no habrían renunciado a él. No habrían llegado a la insensata decisión de buscar otra salida emocional como la que finalmente pidieron: “un dios que vaya delante de nosotros”.

 

En un caso así, deberían haber actuado como el discípulo más cercano de Moshé Rabenu, Yehoshúa. La Torá atestigua que “Yehoshúa, hijo de Nun, un joven, no quería salir de la tienda” (Éxodo 33:11). Nuestros rabinos enseñan que Yehoshúa se quedó junto a la montaña y esperaba allí a Moshé Rabenu, su maestro, y fijaba su mirada hacia la cima y sólo esperaba que volviera y se le revelara.

 

 

Pero, debido a sus muchos pecados, la Nación de Israel no tuvo cuidado, y así fue como cayeron en un grave pecado que más tarde resultaría en la destrucción del Templo y los exilios. Después de la revelación en el Monte Sinaí, la Nación de Israel había merecido limpiarse de la influencia negativa de la serpiente primordial, pero después del Pecado del Becerro de Oro se infectaron de nuevo. Como es sabido, la influencia de la serpiente primordial es la fuente de toda herejía y pecado en el mundo, y la causa de todas las destrucciones y los exilios. Por lo tanto, el Pecado del Becerro de Oro es en última instancia la raíz de las destrucciones y los exilios que estamos sufriendo hasta hoy.

 

¿Cómo se relaciona todo esto con nosotros?

 

Debemos tener en cuenta la gran bondad que merecimos al recibir la Torá, y que todos y cada uno de nosotros hemos tenido el privilegio de vivenciar la santidad de la Torá y el placer espiritual interior de cumplir las mitzvot. Pero a veces también podemos “perder la cabeza y caer, sintiendo como si Dios se hubiera alejado de nosotros y como si el Tzadik que nos inspiró el despertar espiritual se hubiera alejado de nosotros y desaparecido”. Supuestamente, sentimos que ya no podremos sentir el dulce sabor de la santidad. Así, acabamos sintiéndonos exactamente como la Nación de Israel en ese momento difícil en el que estaban perdidos y buscaban respuestas.

 

No caigamos, Dios no lo permita, en el grave error en el que cayeron ellos. No busquemos el significado en un Becerro de Oro que es hueco y vacío. Recordemos toda la santidad que hemos tenido el privilegio de recibir y sigamos decididos a levantarnos como Yehoshúa, de quien la Torá atestigua que “no abandonó la tienda”. Nosotros seguiremos esperando y deseando una sola cosa: “Cuándo volveremos y mereceremos la Luz Divina que experimentamos de antemano”.

 

No vamos a perder la cabeza. No nos rendiremos. No buscaremos una nueva y ridícula emoción – “dioses que irán delante de nosotros”- sólo porque “no sabemos qué le pasó”. Esto mismo es un motivo para volver y buscar y pedir y suplicar. ¡Que todos tengamos el mérito!

 

(Según Likutei Halajot, Shlujin 5).