Demasiado fácil


“¡Es una gran mitzvá redimir a una persona judía que permanece cautiva!”.

Cuando Rabí Abraham Sternhartz era el rabino de la ciudad de Kremenchug, el presidente de la comunidad le tocó con urgencia a la puerta. Habían llegado varios soldados exigiendo 50.000 rublos por la liberación de dos judíos. Y si la comunidad no pagaba el rescate hasta esa noche, iban a matar a los rehenes.

“Esto sin duda requiere de mi atención” exclamó Rabí Abraham Sternhartz. “¡Es una gran mitzvá redimir a una persona judía que permanece cautiva!”.

Entonces fue corriendo a la casa de uno de los residentes más ricos de la ciudad. “¿Cuánto quiere que le dé?” exclamó el millonario. “Para una mitzvá tan importante, solamente me pide 10.000? Le voy a dar 20.000!”. En la casa siguiente, Rabí Abraham Sternhartz pidió 5.000 rublos y el benefactor le dio 10.000. Y esa misma escena se repitió en prácticamente todas las casas a las que llegó, hasta que logró juntar los 50.000 rublos que necesitaba en muy poco tiempo.

Habían llegado varios soldados exigiendo 50.000 rublos por la liberación de dos judíos. Y si la comunidad no pagaba el rescate hasta esa noche, iban a matar a los rehenes.

Pero antes de entregarles el dinero del rescate a los soldados, Rabí Abraham Sternhartz le dijo al presidente de la comunidad: “Devuélvales todo el dinero a los donantes”.

“Y qué vamos a hacer con los cautivos?”, exclamó el presidente de la comunidad sin poder creer que lo que acababa de oír.

“Trae diez jóvenes robustos de la yeshivá y que simulen que están por entregar el dinero”, le aconsejó Rabí Abraham Sternhartz. “Y entonces que ataquen a los soldados y liberen a los cautivos”.

El presidente de la comunidad estaba atónito. La forma de proceder que le estaba proponiendo Rabí Abraham Sternhartz podría provocar un pogrom. “Siempre que usted siguió mi consejo, nunca me equivoqué”, le dijo Rabí Abraham Sternhartz. “Ahora haga lo que le dije y Dios nos va a ayudar”.

El presidente de la comunidad acompañó a los diez muchachos a la plaza del pueblo y se quedó mirando cuando estos atacaban a los soldados. Estos gritaban como locos pidiendo que les tuvieran compasión. “Los judíos arruinan todo”, lloraban. “Nosotros íbamos caminando lo más tranquilos cuando de repente estos dos judíos nos detuvieron y nos propusieron que fingiéramos tomarlos cautivos y pedir rescate por su liberación y dividirnos las ganancias”. Los dos judíos junto con los soldados fueron echados del pueblo y fue todo un borchorno.

Luego el presidente de la comunidad fue de visita a la casa de Rabí Abraham Sternhartz: “Nosotros siempre supimos que usted era un gran tzadik, pero jamás pensamos que era un profeta”, le dijo.

“Yo no soy profeta, pero aprendí de mis maestros que una mitzvá nunca es fácil de hacer. En el momento en que logré recolectar toda esa cantidad inmensa de dinero con tanta facilidad, me di cuenta de que esto no era para una mitzvá”.