Al contemplar las sagradas luces de Jánuca, recordemos y reafirmemos nuestra fe
Cada año, cuando se acerca la época de Jánuca, me vienen a la mente bellos recuerdos del encendido de la menorá. Recuerdo estar con mi familia, cantando Maoz Tzur y comiendo latkes con puré de manzana. Pero un año tras otro, cada vez que encendemos la menorá, me pregunto: ¿acaso estas vivencias son solamente un ritual nostálgico, o van creciendo y volviéndose cada vez más emocionantes y significativas?
Las leyes del encendido de la menorá de Jánuca contienen varios contrastes muy interesantes. Por un lado, según enseña el Arizal, en esta época desciende una luz increíble cada vez que encendemos la menorá. Por el otro, se nos dice que encendamos la menorá debajo de diez tefajim (palmos), que es un lugar tan bajo que la Presencia de Dios no llega allí. Además, en Shabat es una mitzvá encender las velas y disfrutar de su luz, pero en Jánuca solamente podemos contemplar las velas de Jánuca a cierta distancia. Por eso encendemos la vela del shamash, para que no tengamos que utilizar la luz de la menorá.
Cuanto más alejados estamos, más felices deberíamos estar ahora que Dios nos está iluminando con su luz. Porque si realmente estamos tan lejos y a pesar de eso, Dios no nos ha abandonado, entonces es evidente que Su amor por nosotros es inmenso
El Reb Noson explica que la esencia de la luz de Jánuca es tan elevada espiritualmente y tan apartada de este mundo material que todavía no somos digna de ella y que solamente podemos admirarla desde lejos. Pero el hecho de que esta luz sea capaz de descender a este mundo tan bajo, en medio de la semana laboral y dentro de nuestros hogares mismos, es simplemente milagroso. Dios nos está enviando un mensaje: si bien podemos sentirnos lejos de Él y quizás aún no seamos dignos de Su luz, Él no obstante nos ilumina con Su luz.
La principal mitzvá es encender una sola vela por cada familia. Esto se debe a que basta con que toda una familia contemple la luz y reflexione acerca de este gran milagro. Pero la persona que se siente lejos de Dios a causa de todo el mal que ha hecho tal vez no se sienta digna de recibir toda esta gran luz que llega desde el Cielo al lugar tan bajo en el que ella se encuentra. Por eso, nuestros Sabios enseñan que hay una manera mejor (mehadrin) de iluminar que es que cada persona encienda su propia vela. De esa manera, nos damos cuenta de que, cuanto más alejados estamos, más felices deberíamos estar ahora que Dios nos está iluminando con su luz. Porque si realmente estamos tan lejos y a pesar de eso, Dios no nos ha abandonado, entonces es evidente que Su amor por nosotros es inmenso y que deberíamos sentir una enorme felicidad.
Pero la mejor forma de todas (mehadrin min hamehadrin) de encender las velas de Jánuca es que cada persona encienda su propia vela y vaya agregando otra vela más cada noche. Cada día de la vida, Dios nos hace muchos milagros y actos de bondad. Dios nos creó y Él terminará lo que ha comenzado, trayendo la Redención Final. Tenemos que ser conscientes de que este proceso ya ha comenzado y que cada día Él nos está acercando en forma milagrosa cada vez más a dicho objetivo final.
Al contemplar las sagradas luces de Jánuca, recordemos y reafirmemos nuestra fe en que, por más lejos que podamos estar, el viaje a casa ya ha comenzado.
Basado en Likutey Halajot ─ Hiljot Shilúaj HaKen #4