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Vivo o muerto – Adar

Autor: Yehudis Golshevsky
When Hashem is Your Guiding Principle, Everything Works Out
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Después de Purim, nos preparamos para Pésaj leyendo la Parshat Pará -la porción de la Torá que detalla las leyes de la novilla roja – pará adumá, que era quemada para que sus cenizas pudieran ser utilizadas para purificar de la contaminación de los muertos. Esta era una etapa necesaria en el camino hacia Pesaj, ya que la ofrenda de Pésaj sólo podía comerse en un estado de pureza ritual. Aunque ya no tengamos un Beit HaMikdash, las leyes de las ofrendas tienen lecciones eternas que enseñarnos.

 

Nuestros Sabios enseñaron que la operación de preparar las cenizas de la pará adumá implicaba una paradoja: aunque purificaban a una persona que estaba contaminada por algún grado de contacto con el muerto, también contaminaban a la persona que las recogía sin motivo (Tratado Yoma). Reb Noson explica que la pará adumá indica teshuvá, ya que su propósito era reparar el daño que había sido causado por el pecado del becerro de oro. Los Sabios lo expresaron de manera muy conmovedora: “Que la madre (la vaquilla) venga y limpie lo que dejó su cría (el becerro)” (Bamidbar Rabá) ¿Cómo se relaciona esta dinámica, y su paradoja, con nuestro proceso personal de teshuvá? Retornamos a Dios centrándonos en nuestro punto bueno esencial y creyendo que somos genuinamente buenos y que aún podemos volver a Él. Nuestros puntos buenos son completamente puros e intactos, sin importar lo que hayamos hecho. Pero la capacidad para sacudir la depresión y la tristeza es sólo para aquella persona que no está hinchada de orgullo. Si la persona carece de humildad, centrarse en sus puntos buenos le llevará a la arrogancia y a la complacencia espiritual.

Cuando la persona ya se siente bien consigo misma, su atención debe centrarse en lo mucho que necesita para llenar de contenido espiritual su accionar, su habla y su pensamiento. Cuando se siente deprimida -e incluso puede sentir que está totalmente “contaminada”-, necesita buscar los puntos buenos, por más pequeños que parezcan. Al comprender que incluso un punto bueno es eterno y que vale la pena vivir por él, se llena de alegre vitalidad y eso la impulsa hacia la teshuvá.

 

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