Una vocación más elevada

Las cosas que me hacen diferente son las cosas que me hacen” ─ A. A. Milne

La individualidad es una de las virtudes más preciadas en la vida. Imagínate lo aburrido que sería todo si todos fuéramos iguales. Un mundo de clones en el que ni siquiera valdría la pena vivir. Al fin y al cabo, ¿qué distinción habría entre una persona y otra? La variedad crea las condiciones para que podamos apreciar el regalo de la vida.

Este concepto se aplica a toda la Creación. Antes de la Creación, todo era uno. Con la Creación, Dios hizo un lugar para que cada uno de nosotros pudiera existir. Es como dos lados de una misma moneda: el lado derecho es derecho, y representa la Unidad de Dios, y no hay espacio para nada más fuera de Él; el lado izquierdo es la diversidad y la creatividad. Existen muchas opciones y distinciones, pero también hay potencial para la mentira y los inventos.

Antes de la Creación, todo era uno. Con la Creación, Dios hizo un lugar para que cada uno de nosotros pudiera existir.

Por muy bella que pueda ser nuestra individualidad, el lado izquierdo, por su naturaleza misma, da lugar al libre albedrío y la posibilidad de no llegar a percibir la Fuente de Vida. Estamos rodeados por una sociedad en la que la falsedad es tan prominente y las opciones de tan fácil acceso, que nos resulta muy difícil mantener el foco. Cómo podemos obtener acceso al lado derecho, a la Fuente de la vida misma, al Único Dios?

Nuestra existencia en este mundo puede compararse a la vida de un esclavo. Nacemos en un estado imperfecto y limitado. Pero queremos experimentar algo infinitamente más elevado y significativo. Por eso, la Torá nos manda circuncidar al esclavo.

El hombre fue creado a la imagen de Dios. Su cuerpo representa una figura perfecta, pero nace con una parte de más, que es el prepucio que debe ser quitado por medio de la circuncisión. El prepucio tiene el objetivo único de representar la potencial de multiplicidad de este mundo y, por lo tanto, la falsedad. Y por eso debe ser quitado. Al hacerlo, el esclavo alcanza una vocación superior y se conecta con la Unidad de Dios. Por esa razón, la ley judía establece que el esclavo debe abstenerse de transgredir las prohibiciones de la Torá.

Así como circuncidamos la piel de más, Rebe Najman nos enseña que cuando decimos palabras de verdad, también nos elevamos y logramos restaurar y reconectar este mundo de multiplicidad a su origen de Unidad. El velo de la falsedad se quita de nuestros ojos y finalmente podemos experimentar la Esencia de la Creación.

No obstante, la Torá prohíbe elevar al esclavo recientemente elevado. “Los mantendrás como una herencia para tus hijos después de ti, como propiedad adquirida, y te servirán por siempre” (Levítico 25:46). ¿Por qué? Ahora que ha sido elevado de su humilde estado de esclavo, ¿no debería permitírsele vivir una vida libre, una vida de éxtasis espiritual? ¿Por qué debe permanecer en la esclavitud?

Dios creó este mundo en el estado actual y desea que permanezca en ese mismo estado. De nosotros depende elevarlo, elevando nuestra propia vida y reconectándonos con la Unidad de Dios. Pero para que suceda esto, manteniendo al mismo tiempo la existencia del mundo, debemos experimentar estados constantes de altos y bajos. Ese es el anhelo de nuestro Creador. En Su gran compasión, Él sabe que no es bueno para nosotros que seamos completamente libres. Si embargo, al saber que esto es para nuestro máximo beneficio, podamos obtener la paciencia y la determinación para sobrellevar estos altibajos y servir a nuestro Amo y a nuestro Padre con total devoción y amor. Podemos entender de qué se trata todo en este mundo y darnos cuenta de que en realidad no somos esclavos en absoluto.