Tu percepción – tu realidad

Nuestro judaísmo nunca debe degradarse a una mera rutina

“Y separarás para Dios cada primogénito del vientre materno. Además, cada primogénito macho de los animales que poseas serán de Dios y cada primogénito de burro has de redimir… y redimirás cada primogénito de tus hijos” (Éxodo 13:12-13)

¿Por qué será que dos personas pueden presenciar un evento, o incluso participar en él, y terminar teniendo puntos de vista no sólo diferentes, sino diametralmente opuestos acerca del mismo? Por ejemplo: elijamos dos personas- Moshe y el Faraón. La forma en que cada uno de ellos percibió los fenómenos y los milagros que ocurrieron dependió de sus principios de vida. La forma en que percibimos la realidad y entendemos lo que ocurre depende de nuestra raíz. Si nuestra raíz se remonta a Moshe (y los demás tzadikim), entonces nos damos cuenta de que Dios es más que omnisciencia, omnipresencia y hasta poder total y absoluto (naturaleza más milagros). Dios tiene una ratzón, una voluntad, un anhelo. Ese anhelo es el anhelo que tiene el alma judía (cada judío, cada persona, cada cosa, toda la Creación) de reunirse con Dios.

¿Por qué será que dos personas pueden presenciar un evento, o incluso participar en él, y terminar teniendo puntos de vista no sólo diferentes, sino diametralmente opuestos acerca del mismo?

Por el contrario, si, Dios no lo permita, alguien que ahora está arraigado al Faraón (digo “ahora”, porque la raíz de la persona puede cambiar y uno puede cambiar su raíz) solamente percibe la naturaleza (e incluso un dios o diosa de la naturaleza).

Una de las lecciones de la mitzvá de redimir al primogénito es nunca dejar que mi judaísmo se arraigue en el pensamiento farisaico. Nuestro judaísmo nunca debe degradarse a una mera rutina, en la cual incluso el Shabat parecería algo común y corriente. Tenemos que mantener un anhelo fresco de conectarnos con Dios, ya sea con el pensamiento, con el habla o con la acción.

Basado en Likutey Halajot, Pidión Bejor 4