Tan sólo TÚ

Uno de los más grandes desafíos que enfrentamos a diario es una nuestra falta de autovaloración

El Rebe Najman contó una historia:

El Simple había aprendido el oficio de zapatero. Dado que era una persona simple, tuvo que estudiar mucho para poder dominar dicho oficio e incluso entonces no era lo que se dice un gran experto en tal arte. El Simple se casó y se ganaba la vida de lo que trabajaba. Sin embargo, era, como ya dijimos, una persona simple y para nada especialista en su oficio, o sea que el sustento que obtenía era magro y limitado. Pero a pesar de todo, siempre estaba contento. Todo el tiempo estaba alegre.

Eso es asunto de ellos y esto es asunto mío. ¿Por qué tenemos que hablar de los demás?”

Dado que no era un especialista en su oficio, cada vez que terminaba de hacer un zapato, este resultaba ser triangular. Pero el Simple tomaba el zapato en la mano y lo alababa mucho, obteniendo gran placer de su artesanía. Él solía decir: “Esposa mía, ¡mira qué zapato tan bonito y tan maravilloso! ¡Este zapato es dulce como la miel y el azúcar!”.

A veces, ella le respondía: “Si eso fuera cierto, entonces ¿por qué los demás zapateros cobran tres gulden por un par de zapatos mientras que tú cobras solamente un gulden y medio?”, a lo que él respondía: “¿Y a mí qué me importa eso? Eso es asunto de ellos y esto es asunto mío. ¿Por qué tenemos que hablar de los demás?”. Y entonces proseguía diciendo: “Pensemos cuál es la ganancia neta de este zapato. Veamos: el cuero cuesta tanto… el pegamento y el hilo… tanto, y las demás cosas… tanto. También tengo que pagar una cierta cantidad de dinero por las lenguas. Por lo tanto, estoy obteniendo una ganancia neta de diez groschen. Mientras siga obteniendo una ganancia tan clara, ¿qué me importa el resto?”. Y así es como él siempre estaba contento y feliz. (Los cuentos del Rebe Najman #9, “El Sofisticado y el Simple”).

Uno de los más grandes desafíos que enfrentamos a diario es una nuestra falta de autovaloración y de fe en nuestra propia individualidad. A menudo confundimos el hecho de valorar la singularidad de otra persona o sus cualidades con envidia. Creemos erróneamente que estamos haciendo algo constructivo al observar las virtudes de los demás, mientras que, de hecho, solamente nos estamos sintiendo mal por nuestra propia incapacidad de emularlos.

Pero al contemplar al Simple del cuento del Rebe Najman, logramos percibir la vida de manera muy distinta y nos damos cuenta de que tenemos que dejar de fijarnos en los demás y empezar a mirar dentro de nosotros mismos. Si Dios siente gratificación por mi obra imperfecta; si Él valora mi esfuerzo a pesar de las circunstancias en las que me encuentro, entonces ¿no debería yo sentir una tremenda alegría? Sí, el zapatero no sabía armar un zapato perfecto, pero sí lograba ganarse la vida de manera honrada y decente. Y para él, eso era lo único que importaba. Y así era como lograba elevarse por encima de la opinión que el resto de la sociedad tenía de él y hacer caso omiso de sus opiniones. “Eso es asunto de ellos y esto es asunto mío”, decía él en forma tan elocuente.

Esto se aplica no sólo a la manera de ganarse a la vida sino también a nuestro servicio de Dios. Tal vez hoy yo no haya podido rezar con tanta sinceridad como el hombre que estaba sentado al lado mío en la sinagoga, o tal vez no supe ser un padre perfecto como mi vecino. No obstante, yo sigo haciendo el intento, e incluso si solamente logro producir un “zapato de tres puntas”, eso también tiene mucho valor.

La Torá nos manda con respecto a la Cuenta del Omer: “Y contarán para ustedes” (Levítico 23:15). Esto implica que, para poder contar como es debido, tenemos que empezar contando para nosotros mismos. Yo soy una persona única e irrepetible que se crio en un hogar distinto a todos los demás y que experimentó a lo largo de su vida todo tipo de vivencias únicas y circunstancias singulares. No hay ninguna otra persona en todo el mundo igual a mí. Y no puedo compararme con los demás. No tengo nada en común con ellos. Tener fe en mí mismo no es menos importante que tener fe en Dios.

 

Basado en Likutey Halajot, Hiljot Pesaj 9.