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¡Sigue sonriendo!

Autor: Chaim Kramer
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El legendario jasid y tzadik de Breslov oriundo de Polonia, el Reb Ben-Zion Apter, perdió a toda su familia en el Holocausto

El Reb Aaron de Kiblitch era un devoto jasid de Breslov que era famoso por su gran diligencia en el estudio de la Torá y su jovial actitud, que era lo primero que la gente apreciaba al conocerlo. A pesar de que tenía muchos problemas financieros y grandes dificultades en la vida, el Reb Aaron siempre estaba de buen humor, cantando y bailando por cualquier cosa. De más está decir que su alegría era contagiosa.

Una vez, él contó que, después de un baile especialmente jubiloso, la mala inclinación lo había acosado, diciéndole: “¡Aaron, tú eres la persona más pobre de toda la ciudad! ¡Tienes una infinidad de problemas! ¿De dónde sacas la alegría para bailar con tanto entusiasmo?”.

“La pedí prestada”, respondió él. “Pedí prestado este baile de los días mejores que están por venir”.

A pesar de que tenía muchos problemas financieros y grandes dificultades en la vida, el Reb Aaron siempre estaba de buen humor, cantando y bailando por cualquier cosa. De más está decir que su alegría era contagiosa.

Basado en Oneg Shabat, Hosafot, p. 525.

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El legendario jasid y tzadik de Breslov oriundo de Polonia, el Reb Ben-Zion Apter, perdió a toda su familia en el Holocausto. De alguna manera, él mismo logró sobrevivir y al terminar la guerra, emigró a Israel, donde era un invitado de lujo a las cortes de los grandes rebes jasídicos.

En sus últimos años, el Reb Ben-Zion Apter solía asistir a bodas y demás celebraciones con el objetivo de recaudar fondos para los pobres, si bien él mismo vivía en la más abyecta pobreza. Siendo un hábil badján (animador de bodas), el Reb Ben-Zion Apter cantaba y bailaba, inventaba rimas en idish y simulaba tocar el violín, sosteniendo un arco invisible frente a su barba extendida.

Una vez, él animó una fiesta de casamiento a la que había asistido David Ben Gurión, el primer Primer Ministro israelí de Israel. Ben Gurión se rio a carcajadas con las payasadas del anciano jasid, hasta tal punto que le salían lágrimas de los ojos.

“Yo no soy una persona que suela hincharse de reír”, le confesó Ben Gurión. “¿Cómo puedo recompensarlo por esto?”.

“Ij hob tzuris mit di tzeiner – tengo problemas con la dentadura”, respondió el badján, señalando con gestos muy cómicos a los dientes postizos que llevaba puestos, y que se le salían a cada instante, como sustentando la legitimidad de su pedido.

Ben Gurión inmediatamente le dio al Reb Ben Zion la tarjeta de presentación de su propio dentista, y le prometió que se encargaría de llevar a cabo todos los trámites necesarios sin más demora.

Al poco tiempo, después de recibir la dentadura más fina que existía en esa época, el Reb Ben Zion también incorporó esta broma en su rutina: “¡Miren!”, les decía a todos los presentes, señalándose la boca: “¡Estos son los dientes de Ben Gurión!”.

 

Oído de boca del Reb Akiva Greenberg, quien, siendo un joven estudiante de yeshivá, servía de asistente al Reb Ben Zion Apter

 

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