¡Que venga el Mashíaj!

¿Qué nos hace pensar que va a llegar precisamente en estas generaciones, que son mucho más débiles?

Alguien una vez le preguntó al Reb Noson: siendo que el Mashíaj todavía no ha venido, a pesar de todo el esfuerzo que han hecho todos los grandes tzadikim de todas las generaciones anteriores, ¿qué nos hace pensar que va a llegar precisamente en estas generaciones, que son mucho más débiles? Y el Reb Noson respondió con una parábola.

Había una vez una ciudad fortificada que estaba rodeada por una alta muralla de piedra bien gruesas, y que se suponía que era impenetrable. Un rey sabio decidió conquistar aquella ciudad fortificada. Y tras inspeccionar las altas murallas, envió a sus más valientes guerreros a que las derribaran y atacaran la ciudad.

Había una vez una ciudad fortificada que estaba rodeada por una alta muralla de piedra bien gruesas, y que se suponía que era impenetrable. Un rey sabio decidió conquistar aquella ciudad fortificada

Estos soldados cayeron, y entonces el rey envió un segundo regimiento de soldados no tan valientes, pero estos también cayeron. Luego envió un tercer regimiento, y un cuarto, y así sucesivamente. Al poco tiempo, ya había acabado con todo su ejército y las murallas aún seguían en pie. Pero el rey no se dio por vencido. Nuevamente circundó la ciudad, inspeccionando sus murallas. Alguien le preguntó: “¿Cómo espera conquistar esta ciudad si ya no le queda ningún soldado?”.

Y el rey sabio respondió con una sonrisa: “Si te fijas bien, verás que, si bien los soldados no lograron derribar las murallas, sí lograron resquebrajarla. Ya no es fuerte ni impenetrable. Ahora, incluso con algunos hombres débiles y heridos, puedo derribarla con facilidad”. Entonces el rey envió a unos cuantos soldados debiluchos que aún le quedaban y estos conquistaron la ciudad.

El Reb Noson explica que, si bien no lograron traer al Mashíaj, todos los grandes tzadikim de las generaciones anteriores sí lograron resquebrajar todos los obstáculos que se les presentaron en el camino. Y si bien ahora somos una generación débil que no tenemos ni fuerza ni poder, si solamente aunamos nuestros esfuerzos, vamos a poder derribar la muralla y traer al Mashíaj. Que venga pronto y en nuestros días. Amén!