Porque cuando la persona está en armonía, cada minuto es una nueva oportunidad para acercarse a Dios.
¿Qué es la vida? La mayoría de la gente probablemente va a responder que la vida es vivir día tras día. Pero ¿es verdad? ¿Acaso no hay personas que si bien, al estar conectadas a respiradores artificiales, técnicamente hablando, están con vida, no pueden considerarse gozar de calidad de vida? ¿Y qué hay de aquellos que, al “vivir” una existencia dictada por su rutina diaria y sus hábitos usuales, no tienen la presencia de ánimo para sentir alegría o sentido en dicha existencia?
El Rey Salomón, el más sabio de todos los hombres, declaró: “La sabiduría da vida” (Eclesiastés 7:12). Si bien la vida en este mundo está limitada a la persona que fue bendecida con salud física, la persona que no tiene un propósito en la vida no se puede considerar realmente una persona “viva”. La Torá le da sentido y significancia a todo lo que vivimos. Únicamente la persona que sabe cómo acceder a esta sabiduría profunda puede realmente disfrutar y vivir una vida plena.
La persona que no tiene un propósito en la vida no se puede considerar realmente una persona “viva”
Uno de los principales vehículos que nos dan acceso a esta sabiduría tan vital son los tefilín. Cada mañana, al ponerte los tefilín, tu conciencia espiritual se llena de esta sabiduría. Como si fueran antenas, los tefilín captan la conciencia espiritual y el conocimiento Divino. Nuestra parashá hace alusión a la conexión entre vivir una vida de conciencia espiritual y los tefilín en este versículo: “La vida de Sara fueron cien años y veinte años y siete años, los años de la vida de Sara” (Génesis 23:1). La palabra “años” figura cuatro veces en este versículo, aludiendo a los cuatro compartimientos de la caja de los tefilín. Por medio del poder de los tefilín, se vive una vida plena.
Cada mañana alabamos a Dios cuando decimos: “Aquel que en Su gran benevolencia renueva el Acto de la Creación”. Cada día es una creación completamente nueva, que no se puede comparar con ninguna otra. Y no sólo eso, sino que cada hora también es creada en forma independiente. ¿Por qué Dios creó el mundo de esta manera? Porque cuando la persona está en armonía, cada minuto es una nueva oportunidad para acercarse a Dios. No importa lo que uno haya hecho hasta ese momento. Dios creó este flamante nuevo momento para él, para que se conecte con Él de una manera absolutamente nueva.
Aunque a veces podemos sentir que ya “conocemos” a Dios, en realidad debemos ser conscientes de que todavía tenemos mucho por aprender, y tenemos que estar dispuestos a mirar la vida con nuevos ojos. Por un lado, incluso cuando sentimos que hemos tenido demasiados fracasos y ya somos demasiado viejos para intentarlo de nuevo, debemos saber que este momento es independiente de todas aquellas experiencias anteriores. Podemos vivir una buena vida, empezar de nuevo, como si hubiéramos nacido ayer.
A esto hace alusión Rashi cuando explica el versículo citado, que enumera los años de la vida de Sara: “La palabra ‘años’ está escrita después de cada número para señalar que cada número debe ser explicado en forma individual. Cuando ella tenía cien años, parecía una joven de veinte…”. Sara continuamente renovaba su vida viviendo cada día como si hubiera acabado de nacer. De esa manera, es como si ella jamás hubiera envejecido. Y Rashi concluye diciendo: “Los años de la vida de Sara – fueron todos igualmente buenos”.
Una vez el Rebe Najman dijo: “No es bueno ser ‘viejo’ – ni un jasid ‘viejo’ ni un tzadik ‘viejo’” (Sabiduría y enseñanzas del Rebe Najman de Breslev #51). Mientras estemos con vida, no importa lo ‘viejos’ que podamos sentirnos, siempre podemos fortalecernos sabiendo que Dios recrea el mundo a cada momento. Por lo tanto, también podemos recrear nos y saber que este momento fue creado específicamente para que empecemos de nuevo. En este mismo momento puedo empezar de nuevo una y otra vez más, a vivir una nueva vida llena de sentido y alegría, de modo que todos los días de “mi vida” sean igualmente buenos. ¡Amén!
Basado en Likutey Halajot, Tefilín 5