¿Oyes la canción?

Hace falta un Tzadik muy especial que nos recuerde que debemos escuchar…

Nuestro exilio ha sido muy largo. La princesa que tenemos adentro ha estado perdida durante lo que parece ser una eternidad y ahora yace inerte tras haber sido envenenada por las flechas de Edom. Este es el veneno del consumismo, la información interminable, las familias rotas, y los deseos egoístas.

Sin embargo, hay esperanza.

Junto a la ladera rocosa, bien adentro de la Tierra de Israel, hay un pastor anciano, atemporal, libre del presente. Él es a la vez joven y anciano, un tesoro del pasado que posee la llave del futuro. Él toca la flauta mientras su rebaño apacienta. La canción que toca es de días de antaño y llega a todo lo que lo rodea, dando vida a las briznas de pasto y los arbustos.

Hace falta un Tzadik muy especial que nos recuerde que debemos escuchar, que nos recuerde que esta tierra nos pertenece, no a causa de nuestro poderío sino a causa del pacto…

Todos ellos absorben la fuente de santidad que les trae la canción. Las ovejas comen el pasto y se nutren; la tierra se expande y la canción se extiende hacia afuera. La canción es eterna, y penetra nuestros corazones como penetró el corazón de nuestros antepasados mientras laboraban sin cesar en Egipto, la tierra de la mente restringida. Fue esa misma canción que los Avot, los Patriarcas, tocaron, llamando a sus hijos a casa. Y es la misma canción que nos está llamando a casa en este mismo momento.

Algunos la escuchamos y por eso hemos regresado. Pero incluso aquellos de nosotros que hemos regresado hemos perdido la capacidad de escuchar la canción de Yaakov, la canción de la Redención. Estamos aquí, pero la canción sigue estando más allá de nosotros.

Hace falta un Tzadik muy especial que nos recuerde que debemos escuchar, que nos recuerde que esta tierra nos pertenece, no a causa de nuestro poderío sino a causa del pacto que el Creador hizo con Abraham, con Itzjak y con Yaakov. Ese es el propósito de esta canción: darnos la memoria que tan desesperadamente necesitamos. Pero, primero, tenemos que encontrar al Tzadik que nos enseñe a escuchar la canción que ha estado sonando durante miles de años. Porque él ha aprendido la canción y la ha amplificado para nuestra generación.

Cuando lo encontremos, podremos escuchar una vez más y recordar quiénes somos en realidad y por qué estamos aquí.

 

(Basado en Likutey Moharán Tiniana – segunda parte- 63; el Cuento de los Siete Mendigos – el Sexto Mendigo).