Incluso si damos una monedita para caridad, el mérito que obtenemos es eterno
“Moisés y Aarón, Nadab y Abihu, y setenta de los ancianos de Israel ascendieron. Ellos vieron al Dios de Israel… Él no extendió Su mano – ellos (Nadab y Abihu) vieron a Dios, pero aun así comieron y bebieron (Éxodo 24:9-11).
Esto implica que debían ser castigados, debido a que Lo miraron con un corazón soberbio mientras comían y bebían (Rashi, ad loc.).
En realidad, un poco de bien también está muy bien
La comida posee un poder especial para saciar el corazón. En términos espirituales, eso significa que la comida nos fortalece y nos calienta el corazón. Y eso puede hacer que anhelemos y hasta explotemos en busca de espiritualidad y cercanía con Dios, más allá de los límites adecuados y apropiados para nosotros.
Nadab y Abihu comieron y bebieron, alimentado así su deseo de espiritualidad y eso los llevó a “contemplar” a Dios a un nivel que no les resultaba adecuado. Según el Midrash, ellos repitieron ese mismo error cuando ofrendaron un “fuego ajeno” en el Santuario después de beber vino. De hecho, habían olvidado a Dios y estaban ensimismados en su propia fantasía espiritual.
La mayoría de nosotros se enfrenta a un deseo parecido de espiritualidad, pero lo encaminamos en la dirección contraria. En nuestro caso, pensamos que jamás podremos llegar a los niveles de espiritualidad que queremos alcanzar y por eso, nos damos por vencidos incluso antes de empezar. “¿Para qué me voy a esforzar? Igual nunca voy a llegar a ser un tzadik”, nos decimos.
Esta clase de pensamiento surge de la creencia de que hemos cometido tantas faltas que ya no podemos cambiar nada haciendo algo bueno. Pensamos que actos “insignificantes” como, por ejemplo, estudiar una página de Torá o dar dinero para caridad no nos va a otorgar una teshuvá (arrepentimiento) completa ni nos va a transformar en mejores personas. Pensamos que, para hacer teshuvá, tenemos que rehacernos completamente como personas, anulando todos nuestros defectos, estudiando y rezando todo el santo día, y haciendo todo lo que hacemos a la perfección. Abrumados por la abundancia de espiritualidad que pensamos que tenemos que obtener, acabamos sin hacer absolutamente nada.
En realidad, un poco de bien también está muy bien. Incluso si solamente tenemos el mérito de hacer un pequeño acto en honor de Hashem, ese pequeño acto será preservado para nosotros para toda la eternidad y jamás nos lo podrán quitar. Incluso si damos una monedita para caridad, el mérito que obtenemos es eterno. Y si nos acostumbramos a pensar y vivir de esta manera, agregando espiritualidad en pequeñas dosis, lento pero seguro, sí nos volveremos tzadikim.
Basado en Likutey Halajot, Hiljot Trumot UMaasrot 3