Los hermanos mellizos que se habían criado bajo un mismo techo no podían ser más diferentes
La disputa venía cociéndose a fuego lento hacía ya toda una vida. Los hermanos mellizos que se habían criado bajo un mismo techo no podían ser más diferentes. Uno estaba destinado a ser el padre de las doce tribus y del pueblo judío; el otro, a ser el patriarca de naciones poderosísimas como Roma. En nuestra parashá, Jacob, que había estado en el exilio durante años, finalmente se ve forzado a reencontrarse con su hermano y su propia supervivencia corre peligro. Pero antes de encontrarse, Jacob tiene un duro enfrentamiento con un “ser” misterioso. Nuestros Sabios revelan la identidad de ese “ser” – se trata del ángel de la guarda de Esav, la personificación de su espíritu.
Si bien el ángel trata de atacar físicamente a Jacob, la esencia de aquel enfrentamiento y la lucha de Jacob radican básicamente en la guerra espiritual subyacente, que seguirá vigente hasta el Final de los Días. El pueblo judío alcanzaría niveles increíbles y construiría el Templo Sagrado en Jerusalem. Esto parecería apenas un momento en el tiempo comparado con el prolongado exilio bajo el dominio de los romanos.
Uno estaba destinado a ser el padre de las doce tribus y del pueblo judío; el otro, a ser el patriarca de naciones poderosísimas como Roma
Cada uno de nosotros enfrenta a diario una cantidad de problemas, luchas y dificultades, que nos causan un tremendo sufrimiento y mucho dolor. Dice el profeta: “En todos tus problemas, Él sufre” (Isaías 63:9). Y sufrimos tanto dolor precisamente porque estamos en el exilio; nuestra incomodidad es señal del exilio de Dios de nuestra nación. Nosotros compartimos parte de Su dolor y exilio a través de estas tribulaciones.
Al luchar contra la raíz del pueblo judío, o sea, contra Jacob, el ángel logró afectar nuestro futuro. Y por eso prolongó la lucha a través de la oscura y larga noche. Él tenía la esperanza de aterrorizar a los descendientes de Jacob forzándolos a descender a un exilio oscuro y prolongado. Pensaba que cuando experimentaran el alejamiento de Dios, sucumbirían a la tristeza y la depresión, que es la más grande amenaza para la espiritualidad de la persona, porque hace que se pierda a sí misma y que trate de encontrar satisfacción en la lujuria y las pasiones físicas. Y dado que el ser humano nunca puede realmente sentirse satisfecho con estas cosas, se crea un círculo vicioso en el cual uno se siente todavía más desanimado y se hunde aún más en su búsqueda de satisfacción.
Esta es la situación en la que nos encontramos hoy en día. Estamos abrumados por nuestras propias luchas personales, y sitiados por las ideas y las falsas soluciones de la sociedad, y nos sentimos demasiado débiles como para buscar las respuestas reales. Pero el rasgo característico de Jacob era la verdad. Por más oscuridad que lo envolviera, él siempre logró seguir adelante con la lucha, porque su punto interior de verdad siempre brillaba, declarando: “Yo sé que soy el elegido de Dios. Yo sé que he recibido un alma Divina. Yo sé que la redención finalmente llegará y, al mantenerme firme, el plan de Dios será revelado a todos y se sabrá la verdad”.
Y ese mismo punto de verdad está dentro de cada uno de nosotros, los descendientes de Jacob. Al recordar de quién venimos y lo especiales que somos, podemos elevar el estado de ánimo y cumplir cada mitzvá con mucha alegría, recordando siempre que “Yo soy el hijo/la hija del Rey de Reyes. ¡Qué afortunado/a que soy!”.
Algunos de nosotros tal vez hayamos sido heridos en el proceso. Pero sigue habiendo esperanza. El niervo ciático de Jacob fue dañado en la lucha con el ángel. Este es el niervo que llega hasta los pies y simboliza la época en la que vivimos, el período previo a la llegada del Mashíaj “ivketa de Meshija” o “el talón del Mashíaj”. Esav lanza este ataque como último recurso a la hora más oscura a fin de frustrar la llegada del Mashíaj. Sin embargo, al luchar por mantenernos alegres por medio de nuestra verdad interior, podemos lograr la victoria y finalmente seremos curados.
Así fue como Jacob pasó a llamarse “Israel”. Las primeras tres letras de este nombre ─iud, sin, reish─ pueden reordenarse, formando entonces la palabra shir, “canción”. Al sentir gran alegría por nuestra conexión con Dios, podemos empezar a cantar y vencer a Esav de una vez por todas. ¡Amén!
Basado en Likutey Halajot, Birkat Hodaá 6