La falta de confianza en uno mismo es también una manifestación de falta de fe. Dicho de forma positiva: tener fe también implica tener fe en uno mismo.
Cuando la persona carece de fe, debe esforzarse mucho en sus devociones a Dios (Likutey Moharan II, 86). Rabi Noson escribe que cuando Rabi Najman dio esta lección, se quedó bastante sorprendido. “Siempre pensé que tenía fe”, dijo Rabi Noson, que no podía entender lo que quería implicar el Rebe. Cuando le mencionó esto al Rebe, este le dijo: “¡Puede que tengas fe, pero no tienes fe en ti mismo!” (Sabiduría de Rabi Najman #140).
– Creer que yo, como individuo, soy muy importante a los ojos de Dios.
– Creer que, por muy lejos que esté de Dios, siempre tengo el poder de retornar.
– Creer que, independientemente de cómo viva mi vida actualmente, tengo la fuerza interior para cambiar mis hábitos.
– Creer que yo también tengo la capacidad de convertirme en un tzadik.
– Tener la confianza en mí mismo necesaria para tratar con los demás.
Siempre pensé que tenía fe”, dijo Rabi Noson, que no podía entender lo que quería implicar el Rebe. Cuando le mencionó esto al Rebe, este le dijo: “¡Puede que tengas fe, pero no tienes fe en ti mismo!”
Reb Noson escribe: Si bien es cierto que “Todos los comienzos son difíciles” (Mejilta, Itró) – sabrás que quien se acerca a la culminación de una determinada devoción a Dios encuentra dificultades aún mayores (Likutey Halajot, Masa U’Matan 3:6). Sin embargo, cada uno de nosotros tiene una tremenda fuerza interior y siempre podemos terminar lo que hemos comenzado -siempre que lo deseemos realmente. Lo único que se necesita es la fuerza de voluntad para completar la devoción. Todo el mundo tiene esta fuerza de voluntad. Sólo hace falta sacarla desde adentro de nosotros (Likutey Halajot, Masa U’Matan 3:6).
Hay tzadikim que se enfrentan a la oposición porque carecen de fe en sí mismos, o en los conocimientos originales de la Torá que revelan. Dado que no creen que sus percepciones tengan valor a los ojos de Dios, ellos mismos no valoran sus percepciones. Sin embargo, la lucha a la que se enfrentan los obliga a escudriñar su comportamiento y esto les recuerda su verdadero valor (Likutey Moharan I, 61:5). Así, Rabi Najman aclara que al carecer de confianza en sí mismo, la persona provoca sus propias dificultades.
A menudo estamos confundidos. No sabemos cuál es la mejor manera de servir a Dios. A veces sentimos que una manera es la mejor, pero después estamos convencidos de que de otra manera diferente sería mucho mejor. Esto puede confundirnos mucho. Sobre esto dijo Rabi Najman: “¿Para qué confundirse? Lo que haces, hecho está. Siempre y cuando no hagas ningún mal” (Sabiduría de Rabi Najman #269).
El Rebe mismo servía a Dios de esta manera: elegía un camino determinado en sus devociones y durante varios meses nunca se desviaba de ese camino. Incluso si se le cruzaban otras posibilidades por la mente, las ignoraba y seguía sólo el camino que había elegido. Después de haber pasado algún tiempo sirviendo a Dios de esa manera, evaluaba sus objetivos y sus logros. Y recién entonces decidía si cambiar o no (Likutey Moharan II, 115).
La mayor parte de la fe reside en el corazón
Evalúa un plan, toma una decisión y cúmplela. Confía en ti mismo y en que tienes la suficiente inteligencia para elegir un camino y mantenerlo durante un tiempo. Si no, nunca empezarás. Y recuerda que siempre puedes cambiar.
La fe tiene diferentes niveles. La mayor parte de la fe reside en el corazón, pero el nivel principal es aquel en el que la fe se extiende por todo el cuerpo. Por eso, después de lavarnos las manos para comer el pan antes de la comida, levantamos las manos frente a nuestro rostro: para atraer la santidad (Shaar HaMitzvot, Ekev). ¿Cómo podemos atraer esta santidad? Sólo teniendo la fe de que nuestras acciones tienen el poder de atraerla (Likutey Moharan I, 91).
Rabi Najman enseña: La persona debe mantener tres tipos de “conversaciones” cada día. Una con Dios, otra con su rabino o mentor espiritual y otra con un amigo cercano. Cada persona tiene que despertar un punto bueno dentro de sí misma. Conversa con Dios sobre este punto. Luego lo saca a relucir meditando y hablando de sus debilidades y fortalezas ante Dios. A continuación, debe aprovechar también el punto bueno de su amigo. Esto puede lograrse conversando con él todos los días. El tercer punto que debe recibir es el “punto general”, el bien que actualmente está más allá de sus capacidades pero que se encuentra en personas más de nivel espiritual superior a él, es decir, su mentor espiritual (Likutey Moharan I, 34:8).
Por lo tanto, si tenemos fe -en Dios, en los tzadikim y en nosotros mismos-, siempre podremos encontrar una salida para nuestras emociones y sentimientos y siempre encontraremos formas de superarnos y de reparar los errores del pasado. Podemos enfrentarnos mejor al futuro, sabiendo que estamos sobre una base de fe muy sólida.
(extraído del libro Cruzando el Puente Angosto)