Las pequeñas cosas

“Yaakov se quedó solo” (Génesis 32:25). Volvió a buscar las jarras de penique (Julin 91a).

 

“Y de las jarras restantes se hizo un milagro para los rosas [judíos]” (de Maoz Tzur).

 

“¿Cuántas velas [de Janucá] se encienden? La primera noche se enciende una. A partir de entonces, sigue añadiendo una cada noche, hasta que en la última noche se encienden ocho” (Shulján Aruj, Oraj Jaim 671:2).

 

Todos conocemos este problema. Tenemos la mente y el corazón puestos en lograr un objetivo de judaísmo que nos es importante y, a menudo, es importante para toda la misión del pueblo judío. (El estudio de la Torá es un ejemplo, pero no es el único.) Así que nos disponemos o nos sentamos a estudiar y entonces… suena el teléfono,… Te paras. Chequeas el mensaje, tomas o devuelves la llamada, terminas de hablar y de escribirte un recordatorio, y vuelves a sentarte a estudiar.

 

Ahora estás listo para empezar y, justo cuando empiezas, la repetición es instantánea. Otra vez el déjà vu. Nuestra frustración es real, y es comprensible. Un día “malo” no nos hace darnos por vencidos del todo, pero es suficiente para que la mayoría de nosotros renunciemos por hoy. Mañana lo intentaremos de nuevo. Mañana empezaremos este proyecto.

 

Y eso es triste. Porque por muy cursi y trillado que sea, sólo hay un hoy. No hay garantía de que mañana tengamos una oportunidad mejor. (Y, de hecho, sabemos que el mañana no llega para todos.) Muy a menudo, el mañana es una repetición del hoy, que fue una repetición del ayer. Ocurre tan a menudo que uno se siente como Shakespeare: “Mañana y mañana y mañana”. Así que el Proyecto de Estudio de la Torá, el Proyecto de Rezar con Concentración y/o el Proyecto Hitbodedut se posponen. Todos conocemos los resultados de posponer estos y otros buenos proyectos: poco o ningún estudio de la Torá y mucha ignorancia; plegarias confusas y olvidadas; una relación distante, fría e incómoda con Dios; y mucha frustración, decepción y amargura. ¿Qué podemos hacer para lograr más y sentirnos mejor con nosotros mismos y con nuestra condición de judíos?

 

Podemos estudiar una lección de Rabi Noson. Era un erudito de la Torá consumado y diligente. También estaba sediento de más Torá y se presentaba en la sala de estudio bienb temprano a la mañana, ansioso por empezar. Pero para él, también, siempre había algo (sólo que no su teléfono móvil). Rabi Najman le dio a Rabi Noson una clave que todos podemos utilizar: “Un bissel iz oij gut. Un poco también es bueno”. ¿El bloque de tiempo que habías fijado para la Torá se redujo a la mitad? ¿Se redujo a un tercio o un cuarto de lo que habías planeado? ¿Sólo quedan dos minutos de las dos horas que querías? ¡Aprovéchalos! A bissel iz oij gut. ¡Un poco también es bueno!

 

Por la razón que sea, la mente humana piensa que pequeño, poco o escaso significa “sin valor”. Yaakov Avinu sabía que las jarras sólo valían un centavo. Pero reemplazarlas le quitaría unos momentos de estudio de la Torá o de plegaria adecuada. Y eso no tiene precio. Sus resultados -un conocimiento más amplio y profundo de la Torá para el primero, una fe más profunda para el segundo- tampoco tienen precio.

 

Lo mismo ocurre con las demás mitzvot. Cuando se trata de dar caridad, nuestros Sabios enseñan que Dios lo ve de otra manera. Da igual si haces mucho o poco, siempre que hagas lo que puedas por tu Padre del Cielo (Menajot 110a). Cuando se trata de visitar a un enfermo, pasar cinco minutos puede ser tanto una mitzvá como quedarse una hora. (Tal vez incluso más, dependiendo del estado del paciente y de si eres un huésped bienvenido o no tanto).

 

Imagina que los macabeos hubieran dicho: “¿Sólo una jarra de aceite? Eso no nos va a servir de nada. ¿Para qué vamos a molestarnos en encender la Menorá esta noche? Esperaremos a recibir el nuevo cargamento la semana que viene”. ¡Vaya! No hay palabras para describir la pérdida que semejante decisión habría supuesto. Tampoco puede describir nuestra pérdida si no valoramos los momentos de estudio de la Torá, de plegaria o de amabilidad. Pero las palabras tampoco pueden describir la luz de Janucá o el resplandor que irradiamos al aprovechar con alegría los pequeños momentos de tiempo que tenemos.

Por eso, trata de estudiar alguna pequeña lección en estas noches de Janucá. Ayer mismo encendiste una vela, y muy pronto, son siete y ocho. Lo has hecho todo. Poco a poco. Porque A bissel iz oij gut.*

 

* ADVERTENCIA: Aplica “Un poco también es bueno” sólo cuando no puedas hacer casi nada. Cuando puedas hacer mucho, ¡haz mucho!

 

Basado en Aveneha Barzel #65