Ladrillo a ladrillo

לבנה אחרי לבנה

“[Los israelitas] construyeron las ciudades de Pitom y Ramsés como centros de abastecimiento para el Faraón… [Los egipcios] les amargaron la vida a [los israelitas] con duros trabajos de mortero y ladrillos… con la intención de quebrantarlos” (Éxodo 1:11, 14).

 

“Yo [Rabi Noson] oí que [Rabi Najman] les dijo una vez a sus jasidim: ‘¿De qué se preocupan? Lo único que tienen que hacer es traer los ladrillos y la argamasa. Con eso, construiré edificios gloriosos y majestuosos’. [Reb Noson comenta: El Rebe quiso decir, lo único que tenemos que hacer es simplemente dedicarnos a servir a Dios por medio del estudio de la Torá, la plegaria y las mitzvot, y Él hace con eso todo lo que hace”.

 

Adivinanza: ¿Qué tienen en común los dictadores antisemitas y los auténticos tzadikim? Tienen una excelente comprensión de lo poderoso que es el pueblo judío. Por supuesto, entienden ese poder de manera muy diferente, y tratan de dirigirlo hacia fines muy distintos, pero no tienen duda de que es real. El Faraón les advierte a sus súbditos que los israelitas (también conocidos como judíos) son una potencial quinta columna y dice: “[Ellos] nos harán la guerra y se levantarán de la tierra” (Éxodo 1:10). El tzadik podría utilizar casi los mismos mundos y decirle a su comunidad: “Si luchamos contra la influencia egipcia que nos envuelve, nos elevaremos por encima de nuestro apego a los adornos físicos y materiales de este mundo”.

 

Hay, por supuesto, muchas, muchas diferencias entre cómo trabajan los dictadores antisemitas y los tzadikim. Por ejemplo, el Faraón, debido a que teme la influencia judía, quiere someter a los judíos y hacerles construir ciudades enteras que fortalecerán y enriquecerán al Faraón, pero que los pondrán en peligro a ellos y los empobrecerán.* Les hace saber qué están construyendo, para quién y por qué, con el fin de quebrantarles el espíritu además de sus cuerpos.

 

El tzadik, en cambio, teme que los judíos no utilicen plenamente su influencia. Por eso los motiva. “Sé que no ven ni comprenden la grandeza y la importancia de lo que están haciendo. Pero yo sí. Tal vez piensen que su contribución carece de sentido, o que el objetivo es inútil, o que el maestro es egoísta. Pero no es así. Lo que estoy construyendo es de una belleza indescriptible. Su función, en el mejor de los casos, sólo puede insinuarse. Nos beneficia a todos.

 

“Pero no puedo construirlo solo. Debemos trabajar juntos. Yo los necesito. Ustedes tienen que contribuir con los ‘ladrillos’ -las mitzvot, la Torá, la plegaria, la caridad, la bondad y el resto- y la ‘argamasa’ -las creencias y actitudes que los mantienen unidos, como la fe en Dios y en Sus tzadikim, la humildad y el amor por el prójimo judío. Yo lo uniré todo”.

 

Sobre el versículo “El ser humano nace para trabajar” (Job 5:7), nuestros Sabios comentan: “Dichoso el que trabaja en la Torá” (Sanedrín 99b) -en su estudio y en su observancia. No era un gran honor ser esclavo del Faraón. Los egipcios eran esclavistas con igualdad de oportunidades. Es un gran honor alistarse y ayudar a los tzadikim, aunque sea en lo más mínimo, en su trabajo. Es el mayor honor ser judío, formar parte del pueblo cuya misión es nutrir, mejorar y modelar el mundo, el pueblo del que el Creador dice: “Israel, de quien Me enorgullezco” (Isaías 49:3).

Basado en Jaiey Moharan (Tzadik) #293