La Música de Nuestras Almas

המוזיקה של הנשמה שלנו

Una de las enseñanzas más hermosas de Rabi Najman es que el Rey David tuvo el mérito de poseer increíble ruaj hakodesh (inspiración Divina o espíritu profético). Cuando David se expresaba a través de las plegarias que componen el Libro de los Salmos, sus palabras no sólo incluían sus propias súplicas y problemas, sino que incluían todo lo que todos y cada uno de nosotros estábamos destinados a enfrentar en el futuro. Y es por eso que, al leer los Salmos, podemos encontrarnos a nosotros mismos en cada Salmo. Rabi Najman explica que incluso podemos relacionarnos con las guerras del Rey David debido a que cada uno de nosotros libramos nuestras propias batallas contra nuestros malos deseos y malos pensamientos. Al imaginar estos conflictos personales mientras recitamos las palabras de los Salmos, nos estamos conectando con Dios a un nivel asombroso.

 

Una vez un jasid le preguntó a Rabi Najman, “¿Pero qué pasa con los versos que describen la grandeza del Rey David, como, ‘Protege mi alma, porque soy devoto’ (Salmos 86:2)? El rey David era verdaderamente devoto y justo, pero ¿cómo puedo decir eso de mí mismo, un simple judío?”. Rabi Najman le respondió que este versículo también se aplica a nosotros, pues cada uno de nosotros tiene un buen punto, y en este buen punto somos considerados devotos (ver Likutey Moharan II, 101).

 

Nuestra parashá dice: “Surgió un nuevo rey sobre Egipto, que no conocía a Yosef” (Éxodo 1:8). ¿Cómo es posible? ¿Acaso todo el mundo no conocía al virrey judío que había rescatado a Egipto de la hambruna?

 

El Rey Salomón explica que nuestros deseos e impulsos promiscuos pueden compararse a un “rey viejo y necio” (Eclesiastés 4:13). Son “viejos” porque nacemos con ellos intactos, y “necios” porque su placer temporal nos desvía de la verdadera bondad. A Yosef, en cambio, se lo llama “Yosef el Tzadik”. Él representa los puntos buenos que se encuentran en cada uno de nosotros. La estrategia de nuestro malvado rey es hacer que olvidemos nuestra verdadera esencia y su origen Divino. Nuestra alma es una parte de Dios, y por lo tanto tenemos muchos puntos buenos dentro de nosotros. Si se nos hace olvidarnos de ellos, es muy fácil que nos sintamos bajos y vulnerables.

 

La parashá continúa: “Y los egipcios esclavizaron a los hijos de Israel con labores agotadoras” (Éxodo 1:13). Como olvidamos lo especiales que somos, las dificultades de la vida tienen poco sentido. Las tribulaciones se vuelven abrumadoras y agotadoras; nos convertimos en esclavos de nuestro supuesto destino. A menudo, esto sucede cuando empezamos a fijarnos en otras personas que creemos que son más importantes que nosotros y nos comparamos con ellas. Al observar lo especiales y talentosos que son, cuestionamos nuestra propia virtud. Nos olvidamos del Yosef que llevamos dentro.

 

El pasado Shabat escuché una hermosa historia que explica por qué esta actitud es tan errónea.

 

Un escritor estaba preparando una biografía sobre el legendario director de orquesta Arturo Toscanini. En un momento dado, el biógrafo llamó a Toscanini y le pidió una entrevista. Toscanini respondió que no podía atenderlo porque ya tenía planes para escuchar la retransmisión radiofónica de un concierto que había dirigido previamente. Sin embargo, aceptó reunirse con él después de la emisión.

 

Cuando se reunieron, el biógrafo dijo del concierto: “¿Verdad que fue magnífico?”. Toscanini respondió negativamente: “Se suponía que había 120 músicos, entre ellos 15 violinistas, pero sólo estaban presentes 14”. El escritor no podía creer que Toscanni pudiera saber esto, pero al día siguiente consultó al director de la sinfónica, quien le confirmó que un violinista había llamado para decir que estaba enfermo y que no iba a poder asistir. Contactado una vez más, Toscanini explicó: “Siendo el director, sabía que faltaban algunas notas e inmediatamente identifiqué la ausencia de un violinista”.

 

Dios es el director del universo. Él espera que cada uno de nosotros toque la hermosa nota que sólo cada uno de nosotros podemos producir. Así como Shifra y Pua embellecieron y arrullaron a los niños judíos recién nacidos, así también, debemos darnos aliento a nosotros mismos y aprender a ver la belleza en nuestras almas que tan desesperadamente esperan crecer y prosperar.

 

Basado en Likutey Halajot, Hiljot Arvei Tejumim 6