La mejor forma de criticar

Para la gran mayoría de la gente, las críticas son solamente causa de dolor y de humillación

¿Te pasó que hace poco alguien te criticó o te reprendió? ¿Sientes que lo que te dijeron te sirvió de algo? ¿Acaso esa crítica o esa reprimenda dieron inicio a algún cambio positivo en tu comportamiento?

Para la gran mayoría de la gente, las críticas son solamente causa de dolor y de humillación. Y cuando nosotros criticamos a alguien, por lo general no logramos percibir ningún cambio o mejora sino, mucho más probablemente, una reacción llena de rencor.

Si nos concentramos en el bien inherente que poseemos nosotros y poseen los demás, entonces vamos a poder “liberar” la fragancia pura y agradable del alma

Si bien existe la gran mitzvá de reprender (véase Levítico 19:17), la mayoría de la gente es incapaz de cumplir con esta mitzvá como es debido. Incluso Rabí Akiva, quien vivió en una generación de increíble sabiduría de Torá, dijo: “Me sorprendería mucho si hay alguien capaz de hacer una reprimenda en esta generación” (Erkhin 16). En la parashá de esta semana, Moshe le da una reprimenda al pueblo judío de la manera más sutil, nombrando los lugares en los que pecaron pero sin nombrar los pecados mismos (véase Rashi en Deuteronomio 1:1). A partir de esto vemos la tremenda sensibilidad que hace falta para reprender a otra persona.

El Rebe Najman explica por qué es tan importante saber cómo hacer una reprimenda de la forma debida. Él nos enseña que nuestras almas obtienen su sustento del “aroma”, tal como vemos que está escrito con respecto a Adam: “y Él insufló en sus fosas nasales el alma de vida” (Génesis 2:7; Likutey Moharán II:8).

Imagínate que tienes cerca algo que despide mal olor. Mientras nadie toque eso, el olor va a ser mínimo. Pero si alguien levanta ese objeto y lo lleva de un lado a otro, entonces el olor se vuelve insoportable. Lo mismo ocurre con nosotros. Nuestros defectos emiten “malos olores”, pero mientras mantengamos estas imperfecciones a raya, su mala influencia ejercerá un efecto mínimo en nuestras almas. Sin embargo, si alguien las “sacude” por medio de una crítica incorrecta, entonces van a empezar a despedir un olor insoportable que, de hecho, nos separa el alma de su línea de vida espiritual. ¡Imagínate cuánto daño se puede hacer!

Los profesores en el ámbito de las reprimendas son nuestros grandes Tzadikim. Ellos son los únicos que son capaces realmente de mirar dentro del alma de la persona y extraer la fragancia esencial más pura y agradable. En vez de causar una desconexión espiritual, ellos nos vuelven a conectar a la Fuente de toda la vida. El Rebe Najman nos enseña la manera de emularlos y de cumplir como es debido con este mandato de la Torá.

Cuando nos miramos a nosotros mismos y cuando miramos a los demás, solemos advertir toda clase de defectos e imperfecciones. Si bien es posible que estas observaciones sean ciertas, el hecho de realzarlas no hace más que empeorar el problema. Pero si, en lugar de eso, miramos más allá de esos defectos, y nos concentramos en el bien inherente que poseemos nosotros y poseen los demás, entonces vamos a poder “liberar” la fragancia pura y agradable del alma. Sí, es cierto que las cosas malas siguen estando allí, pero solamente por afuera. La verdadera reprimenda es la que es capaz de extraer la verdadera bondad del alma, dejando que las partes malolientes se desprendan por sí mismas.

Es por eso que Moshe mencionó solamente los nombres de los distintos campamentos y no los pecados que se habían cometido en aquellos lugares. En cada conyuntura, el pueblo judío enfrentó tremendos desafíos. Y así como el desierto es un lugar de extremo peligro para el cuerpo, también es un desierto espiritual para el alma. Cometimos faltas no porque fuéramos malvados o rebeldes, sino por culpa del ambiente espiritual tan negativo que nos rodeaba. Hizo falta alguien de la envergadura de Moshe para darse cuenta de eso y reconectarnos con Dios al recordarnos cuál era nuestro verdadero carácter.

Únicamente por medio de la sabiduría de los Tzadikim podemos salir de la esclavitud de Egipto rumbo a la libertad en la Tierra Santa. Ojalá todos sepamos seguirlos revelando la verdadera grandeza de cada judío. ¡Amén!

 

Basado en Likutey Halajot, Tzitzit 5:7, Ibíd, Orlá 4:17