La mejor carrera de todas

El Reb Zvi Arie se sintió tremendamente dolido cuando Kohn y otros alumnos suyos abandonaron la observancia

Uno de los alumnos del Talmud Torá del Rabino Zvi Arie Rosenfeld, a quien llamaremos “Kohn”, vivía en el departamento contiguo a la familia Rosenfeld. Un viernes a la noche, el hijo del Rabino Zvi Arie, que tenía apenas cuatro años, abrió la ventana de su dormitorio antes de irse a dormir, y oyó a Kohen cantando zemirot.

El niño fue a contarle a su padre. El Reb Zvi Arie entró en la habitación, se sentó en la cama de su hijo y se puso a escuchar con atención. El rabino estaba sentado inclinado hacia adelante, como tratando de captar cada nota de la canción. Después de una media hora, Kohn terminó de cantar. El Reb Zvi Arie le deseó a su hijo “Gut Shabos” y salió de la habitación.

Al Reb Zvi Arie le preocupaba la observancia religiosa de Kohn y tenía miedo de que incluso algún día se llegara a quitar la kipa. Esa noche, al oír a Kohn cantando zemirot con tanta kavaná (devoción), le surgió una leve esperanza en el corazón de que tal vez Kohn iba a estar bien, después de todo. Pero al poco tiempo, Kohn efectivamente dejó de usar kipa y dejó de observar las mitzvot.

¡Llevar barba es estupendo! ¡Usar ropa jasídica es estupendo! ¡Vivir en la Tierra de Israel es estupendo! ¡Pero no hay nada tan estupendo como devolver un alma a la Torá!”

El Reb Zvi Arie se sintió tremendamente dolido cuando Kohn y otros alumnos suyos abandonaron la observancia y le escribió al Rabino Abraham Sternhartz, que se encontraba en Israel, para contarle que estaba pensando seriamente en abandonar el ámbito del kiruv (divulgación).

Esto sucedió en el año 1963. Cuando visitó la ciudad de Jerusalem ese mismo verano, el Reb Zvi Arie entró a la sinagoga Breslov en el barrio de Katamon después del rezo de Maariv, cuando los jasidim estaban en el medio de su tradicional rikud (breve baile que hacían después de rezar). El Rabino Sternhartz pasó bailando junto al Reb Zvi Arie sin saludarlo. El Reb Zvi Arie pensó que el Rabino Sternhartz estaba enojado con él por lo que le había contado. Pero en realidad el anciano de Breslov simplemente no lo había visto.

La segunda vez que el Rabino Sternhartz pasó junto al Reb Zvi Arie, sí advirtió su presencia y levantó los brazos como abrazándolo de lejos. El Reb Zvi Arie atravesó el círculo de hombres para ir a hablar directamente con él: “Me siento tan fuera de lugar acá”, le confesó. “Vengo afeitado, usando traje y vivo fuera de la Tierra de Israel”.

El Rabino Sternhartz respondió: “¡Llevar barba es estupendo! ¡Usar ropa jasídica es estupendo! ¡Vivir en la Tierra de Israel es estupendo! ¡Pero no hay nada tan estupendo como devolver un alma a la Torá!”.

El Reb Zvi Arie había obtenido la respuesta que buscaba. Se quedó en los Estados Unidos, continuó trabajando en kiruv y no se dejó crecer la barba. Y nunca más miró hacia atrás…