Kabalá Breslov 16ª parte – El espacio vacío 4

Todos fuimos creados por un Mismo Dios, pero cada uno de nosotros es único y tiene un potencial distinto.

La fe

“Si crees que puedes dañar, también cree que puedes reparar” (Likutey Moharán II 112).

En lo que se refiere a construir tu propia vida, lo que funciona para una persona no necesariamente funciona para otra. A pesar de que lo que fue escrito en la Declaración de la Independencia, no fuimos creados todos iguales. Todos fuimos creados por un Mismo Dios, pero cada uno de nosotros es único y tiene un potencial distinto. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de cambiar su propia vida y también las vidas de los que lo rodean de una manera especial que ninguna otra persona puede igualar.

De modo que tratamos de desarrollar nuestro potencial. Hacemos lo mejor que podemos, o lo segundo mejor, o lo tercero mejor, y nos esforzamos por llegar a ser alguien, por progresar y vivir una vida plena de satisfacción. ¿Cómo sabemos que podemos tener éxito? ¿Qué es lo que nos da el derecho de tener expectativas de éxito? ¿Y qué es lo que nos da la fuerza para continuar intentándolo? Para responder a estos interrogantes, nos centraremos ahora en otro concepto que está arraigado en el Espacio Vacío: el concepto de la fe.

En general, “fe” denota religión. Decimos que la gente es adepta a esta fe o aquella fe, o a ninguna fe. El judaísmo, que constituye la base de la Kabalá, se funda en cuatro tipos de fe que resultan cruciales para su observancia:

  1. Fe en Dios
  2. Fe en la Torá
  3. Fe en los Tzadikim (los justos)
  4. Fe en uno mismo

Obviamente, la fe en Dios es la más importante. Si no tenemos fe en Dios, nos falta la conciencia fundamental de que estamos conectados con el Infinito y de que, por lo tanto, tenemos un Recurso Infinito del cual extraer en todo momento y en cada circunstancia. Esta fe es sumamente alentadora y estimulante, más allá de la situación en la que estemos o lo que ocurra a nuestro alrededor en determinado momento, porque por medio de ella podemos acceder a Aquel que creó todo y controla todo.

Obviamente, la fe en Dios es la más importante. Si no tenemos fe en Dios, nos falta la conciencia fundamental de que estamos conectados con el Infinito y de que, por lo tanto, tenemos un Recurso Infinito del cual extraer en todo momento y en cada circunstancia.

La fe en la Torá es esencial para alcanzar la fe en Dios. Nuestro patrimonio cultural nos enseña que la Torá es producto de la Sabiduría de Dios y es el anteproyecto de la Creación del mundo. Dios le dio Su Torá al pueblo judío en el Monte Sinaí, para que pudieran usarla para transformar el mundo material en un vehículo para reconocer a Dios en todas las circunstancias. Si nos falta la fe en la Torá, nuestra conexión con Dios y nuestra capacidad de acceder a este Recurso Infinito se debilitarán enormemente, ya que la única manera de poder conocer y conectarnos con Dios es por medio de Su Torá.

 

La fe en los Tzadikim nos ayuda a entender la Torá y su mensaje y finalmente, conectarnos con Dios. Nuestros Sabios enseñan que la Torá Oral fue dada junto con la Torá Escrita; los Tzadikim, que son los maestros de la Torá Oral, nos ayudan a acceder a la Torá completa. Sus enseñanzas nos abren las puertas a los mensajes más profundos de la Torá y nos revelan el poder que ronda debajo de la superficie de este mundo. Este conocimiento es esencial para hacer realidad nuestro potencial, el cual también permanece latente bajo la superficie.

 

Sin embargo, si uno no tiene fe en sí mismo, todas las otras clases de fe no sirven de mucho. ¿Para qué servir a Dios? ¿Para qué esforzarse por estudiar “libros antiguos” o las enseñanzas de “ancianos de antaño”? ¿Qué tiene que ver todo esto conmigo? Únicamente si cada uno de nosotros piensa: “Yo, como ser humano, fui creado por Dios, Quien me puso en este planeta y me dotó de mis puntos fuertes (y mis puntos débiles) y me confirió el poder de lograr todo lo que pueda mientras esté con vida”, entonces nuestra vida adopta un significado verdadero. “Dado que Él me creó, Él me quiere”. La persona que cree que es importante a los ojos de Dios sabe que no la trajeron a este mundo al azar sino que está viva por un motivo: tiene un propósito en la vida acerca del cual va a aprender más y más con el paso del tiempo. Y junto con esta convicción de que su vida tiene un propósito, esta persona tiene fe en sí misma de que puede alcanzar sus objetivos.