En Dios confiamos

Muchas veces pensamos, erróneamente: “¿Y si este mes Él se olvidó de mí?”.

La riqueza es algo con lo que la mayoría de la gente se pasa la vida soñando. Pero ¿de qué manera una persona realmente puede volverse rica?

En el año 1999, el director ejecutivo de Google (por ese entonces, el Presidente de Novell), Eric Schmidt, dijo en una entrevista con Forbes: “Muchísima gente que es inteligente y se esfuerza trabajando y acata todas las normas no tiene ni una fracción de lo que tengo yo”. Schmidt reconoció que la escala de desigualdad generada por la nueva riqueza “me pone incómodo”. ¿Por qué? “Me doy cuenta de que la riqueza que tengo no se debe a que sea una persona brillante. Hay una gran dosis de suerte en todo esto”.

¿De verdad es así? ¿Acaso la suerte juega un factor clave en la acumulación de una fortuna? ¿O solamente se trata de trabajar a más no poder y esforzarse al máximo?

Si nos preocupamos y trabajamos sin parar, nos hundimos aún más en las restricciones del tiempo y del espacio

La riqueza es algo generado por Dios. Sin embargo, cuando la riqueza llega a este mundo, se desembolsa a través de dos cuentas bancarias: la “cuenta del tiempo” y “la cuenta del espacio”. Por ejemplo, hay épocas en las que uno tiene éxito en sus finanzas y otras épocas en las que las finanzas se estancan completamente. Uno puede tener éxito en un lugar, pero no en otro, etc. Todo esto dependerá de cómo la abundancia Divina se filtra al llegar al mundo.

Muchas veces pensamos, erróneamente: “¿Y si este mes Él se olvidó de mí?”. Entonces empezamos a preocuparnos y a usar todas nuestras facultades mentales para tratar de solucionar el problema. Incluso es posible que nos rebajemos a hacer trabajos agotadores o todo tipo de labores serviles, con la esperanza de ganar unos cuantos pesos. Pero, en realidad, solamente estamos forzando los límites y no ganamos nada. Dios está dispuesto a ayudarnos y es perfectamente capaz de hacerlo, pero ahora no es el momento indicado o bien no es el lugar indicado para recibir Su bendición. Un poco de paciencia (y un poco de plegaria) es lo único que hace falta.

Nuestros Rabinos también enseñan que para poder recibir nuestro “desembolso” personal, primero tenemos que crear un “recipiente” que contenga esa bendición. Y ese recipiente lo creamos dedicando nuestro esfuerzo a ganarnos el sustento. ¿Cuánto esfuerzo hace falta?

El Rebe de Kotzk una vez señaló que se nos maldijo con la frase “Con el sudor de tu frente comerás pan” (Génesis 3:19). ¡Pero nadie dijo que haya una mitzvá de cumplir esa maldición con tanta devoción! Gracias a Dios, incluso con un esfuerzo mínimo se satisfacen los requisitos de esta maldición.

Es por eso que la Torá dice: “El Eterno tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas” (Deuteronomio 15:18), lo cual implica que incluso si haces solamente un poco, aun así recibirás bendición.

Pero esto va incluso más allá. La fuente de toda la riqueza es Dios, y Dios está por encima del tiempo y del espacio. Al recordar y ser fiel a la verdadera Fuente de la riqueza mientras nos dedicamos a nuestro esfuerzo, estamos conectando nuestro trabajo con la fuente primigenia de sustento, acelerando así todo el proceso. Sin embargo, si nos preocupamos y trabajamos sin parar, nos hundimos aún más en las restricciones del tiempo y del espacio y nos alejamos todavía más de la Fuente, haciendo que todo se vuelva más difícil y nos lleve más tiempo. ¿A quién no le pasó que invirtió muchísimo esfuerzo en un proyecto, seguro de que le iba a ir bien, y al final sufrió una tremenda desilusión? ¿Y cuántas veces hemos restado importancia a algún emprendimiento humilde y al final fuimos testigos de un tremendo éxito? Entonces, ¿por qué no podemos simplemente reclinarnos y ver el espectáculo?

El ingrediente secreto de la riqueza es la bitajón (confianza en Dios). La bitajón es tan importante que aquel que la posee no necesita hacer ningún otro esfuerzo en absoluto. Además, la bitajón es nuestro principal recipiente. Cuanto más aprendemos a confiar en Dios, más podemos depender de Su bendición y concentrarnos en los asuntos espirituales. Para empezar, podemos simplemente darle las gracias a Dios y recordar todas las veces que Él nos ayudó hasta ahora. De esa manera, mereceremos tanto la riqueza material como la riqueza espi