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El verdadero amor – 2

Autor: Chaya Rivka Zwolinski
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La envidia y los celos demuestran una falta de fe, de emuná.

Al someterse a estas emociones negativas, al dar rienda suelta a dichas emociones una y otra vez, es muy posible que estemos dejando que estas emociones se salgan de control. Y entonces las emociones son las que nos controlan a nosotros.

Por supuesto, esto no es sano ni para el cuerpo ni para el alma.

El verdadero amor

Es interesante notar que las emociones negativas que tenemos hacia otras personas (y a veces, hacia nosotros mismos), tales como el odio, el enojo, y la envidia, son todas lo contrario a un solo sentimiento: el amor.

(No la versión popular del amor, o sea, el amor romántico. Esa clase de amor es, en realidad, deseo, más que amor).

Nosotros nos estamos refiriendo al amor verdadero.

¿Podemos tener suficiente fuerza de carácter como para no sentir envidia y ni siquiera alegrarnos cuando otra persona alcanza un nivel de éxito espiritual que está por encima del nuestro propio?

El verdadero amor judío, según el Rebe Najman, no se trata de satisfacer tus propios deseos haciendo que otra persona los haga realidad. El verdadero amor judío es tener el deseo de ver realizada a esa otra persona.

Para el Rebe Najman, rezar para que esa otra persona crezca espiritualmente, aunque nuestros propios logros espirituales empalidezcan en comparación, es la esencia del amor.

El Rebe nos enseña que los judíos no se meramente “enamoran” sino que se “aman”, es decir, no caen “presa del amor” sino que se elevan en virtud del amor.

El amor es algo que debemos honrar y en el mundo secular no existe una contraparte apropiada.

Para el Rebe, el amor más elevado, más verdadero, es aquel que no puede coexistir con el odio, ni revelado ni encubierto, ni con el resentimiento, ni con el enojo, ni mucho menos con la envidia y los celos.

La envidia es el deseo de poseer algo que posee otra persona. Los celos son el temor a que otra persona te quite algo que te pertenece a ti. Ambos sentimientos demuestran una falta de fe, de emuná.

Hashem le da a cada persona exactamente lo que necesita para poder completar su misión en este mundo. Y si tú deseas tener lo que tiene tu vecino, o si deseas que él no tenga lo que tiene, eso significa que te falta emuná.

¿Acaso quiero que cada persona sea un tzadik?

El problema es… que somos seres humanos. Tenemos punzadas de envidia y celos y a veces, la mezcla de los dos. Graciela es más popular que yo. Marcelo es más rico que yo. Juan y Paula tienen hijos sobresalientes; esa pareja da la impresión de ser mucho más feliz que nosotros. Pablo vende sus productos mucho más que yo (¡y es posible que no me deje ningún cliente!); mis alumnas admiran más a la maestra del otro grado que a mí, etc…

El Rebe nos dice que no sólo que somos capaces de conquistar estos malos sentimientos, sino que somos capaces de muchísimo más.

Pero ¿qué ocurre con la envidia espiritual? ¿Podemos tener suficiente fuerza de carácter como para no sentir envidia y ni siquiera alegrarnos cuando otra persona alcanza un nivel de éxito espiritual que está por encima del nuestro propio?

Para poder realmente sentir la clase de amor de la que está hablando el Rebe, tenemos que sentir el amor en el que deseamos que otras personas, incluso todas las personas que conocemos, se vuelvan gigantes espirituales. ¡Aun cuando nosotros mismos no lo somos! Ese es el verdadero amor profundo. Y ese es el amor que el Rebe denomina “verdadero amor judío”.

Y es también el amor en su máxima expresión, el amor que no siente ninguna punzada de dolor… ¡incluso cuando yo soy la última persona del mundo que no es un tzadik!

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