Página principal Sabiduria del AlmaAlegría El socio silencioso

El socio silencioso

Autor: Chaim Kramer
image_print

El Reb Jaim era un fabricante muy exitoso que se había hecho millonario con sus negocios

El Reb Jaim Krassenstein de Kharkhov (ciudad situada en el este de Ucrania) era un jasid de Breslov que vivió en Rusia antes de la revolución comunista. El Reb Jaim era un fabricante muy exitoso que se había hecho millonario con sus negocios. Al comienzo él separaba el diezmo de sus ingresos, pero a medida que su fortuna fue aumentando, empezó a dar el veinte por ciento de sus ingresos para caridad. O bien enviaba el dinero a Uman (donde vivía la gran mayoría de la comunidad de Breslov de aquella época) o bien lo llevaba él mismo cuando iba junto con todos los jasidim a la reunión anual de Rosh Hashaná.

Después de un tiempo, él declaró: “He decidido que quiero ser un socio al cincuenta por ciento con el Rebe Najman. Todo lo que yo gane, para mí el Rebe Najman va a ser mi socio silencioso y voy a dividir con él los ingresos: 50% para él y 50% para mí y mi familia”.

En el año 1917, la Revolución Comunista cambió la cara de Rusia. Tras varios años de guerra y represión, el régimen comenzó a nacionalizar todas las fábricas

El Reb Jaim cumplió escrupulosamente con su promesa y, para su buena fortuna, se volvió cada vez más rico. A cierta altura, él tenía tanto dinero que tenía miedo de guardarlo en Kharkhov y entonces consultó con los jasidim de Uman, que le propusieron que, así como el dinero de su “socio” era enviado a Uman, ¿por qué no guardar también su propio dinero en Uman? Tras convertir todo su dinero en lingotes de oro, el Reb Jaim lo envió a Uman, donde sus amigos lo ocultaron.

En el año 1917, la Revolución Comunista cambió la cara de Rusia. Tras varios años de guerra y represión, el régimen comenzó a nacionalizar todas las fábricas con la excusa de que el capitalismo se aprovechaba de los obreros y era hora de devolverles el dinero a la gente. Cuando llegaron a Kharkhov, primero investigaron los libros de contaduría del Reb Jaim y, como era de esperar, llegaron a la conclusión de que estaba ganando una fortuna a costas de los pobres obreros. El gobierno decretó que había que despojarlo de todos sus bienes y exiliarlo de Kharkhov. Le dieron órdenes de partir al día siguiente y solamente le permitieron llevarse la ropa que llevaba puesta.

El Reb Jaim viajó a Uman, donde lo aguardaba una fortuna en lingotes de oro, y allí pudo vivir cómodamente durante el resto de su vida.

Artículos relacionados