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El polvo de las mitzvot

Autor: Gedaliah Fleer
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El Rab Moshe Yuroslovski solía distribuir enormes sumas de dinero para caridad

El Rebe Najman dijo que una persona pobre está más cerca de Dios, debido a que sabe reconocer hasta qué punto tiene que confiar en Él para cada cosa que necesita. De hecho, sería muy bueno si sus seguidores no fueran ricos. “No obstante”, continuó el Rebe, “en cada generación habrá unos cuantos de mis seguidores que serán lo suficientemente ricos como para ayudar a los demás”.

 

El Rab Moshe Yuroslovski era uno de esos hombres. Él solía distribuir enormes sumas de dinero para caridad, y además donaba para la publicación de los libros del Rebe Najman. El Rab Moshe llegaba a Uman bastante antes de Rosh Hashaná, alquilaba un salón enorme y preparaba una cantidad inmensa de comida. Luego anunciaba que todo el que deseara pasar el mes de Elul en Uman, preparándose espiritualmente para Rosh Hashaná rezando en la tumba del Rebe y en el kloyz (sinagoga) de Breslov, podía hospedarse con él y comer con él. Cientos de personas venían a Uman en Elul y el Rab Moshe les disponía lugares donde dormir.

Estando en la estación, el Rab Moshe advirtió que había otros tantos jasidim de Breslov

En una ocasión, no había suficiente harina en Uman para preparar la cantidad necesaria de jalá para Rosh Hashaná. El Rab Moshe viajó a una ciudad cercana a conseguir harina. Allí adquirió dos bolsas enormes de harina y en la víspera de la festividad llegó a la estación de tren, esperando el último tren que viajaba de regreso a Uman. Estando en la estación, el Rab Moshe advirtió que había otros tantos jasidim de Breslov que también viajaban a Uman en el mismo tren, y les pidió que lo ayudaran a cargar con las pesadas bolsas de harina, pero los jasidim tenían miedo de perder el tren y se negaron.

El Rab Moshe les dijo a los jasidim que esa harina era para el Rosh Hashaná del Rebe. “Y si ustedes no están dispuestos a ayudarme, entonces quiero que sepan que, Dios mediante, yo voy a llegar a Uman, y ustedes, no”.

Y eso fue exactamente lo que sucedió. El tren estaba repleto de pasajeros, pero como todos tenían miedo de ensuciarse con las bolsas de harina que llevaba el Rab Moshe, se hicieron a un costado para dejarlo pasar. Sin embargo, los otros jasidim no lograron subir al tren. Esta historia nos demuestra que cuando una persona quiere hacer una mitzvá con todo su corazón y está dispuesta a actuar con abnegación, Dios la ayuda a lograr su cometido.

 

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