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El eslabón perdido

Autor: Yossi Katz
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Dios creó un mundo incompleto, pero nos confirió el poder de completar Su creación

“En el sitio en el que están los que retornan al Creador, ni siquiera los más perfectos tzadikim pueden estar” (Brajot 34b).

¡Guau! Nuestros sabios nos están dando a entender que aquel que retorna a sus raíces es más grande que un santo. Pero… ¿alguien que pasó toda su vida dedicado al servicio de Dios y que jamás transgredió, no debería ser considerado un ser supremo en todos los aspectos? ¿Cómo es posible que haya un “sitio” tan especial reservado para alguien que sí ha transgredido?

Esta pregunta es tan antigua como el universo mismo. Veamos: en un momento hubo una sola Unidad – Dios era el Único que existía. Pero Dios quiso crear un mundo en el que otros Lo conocieran y formaran una relación muy profunda con Él. Debido a que Él quería que nosotros valoráramos y viviéramos Su suprema benevolencia y grandeza, Él creó este universo. Pero había un problema. Si nosotros reconocíamos de inmediato que todo lo creado era una manifestación evidente de Divinidad, entonces el mundo automáticamente retornaría a su estado primigenio y quedaríamos anulados ante la grandiosidad de Dios. Por lo tanto, Dios creó el libre albedrío en sus múltiples formas. Al ser capaces de experimentar lo opuesto a la pura santidad, en la forma de dudas y pasiones físicas, tenemos espacio para desarrollar nuestra propia identidad y al mismo tiempo elevarnos y conectar cada una de nuestras vivencias con la absoluta unidad de Dios.

Aquel que cayó, el que cometió todo tipo de transgresiones y se olvidó de Dios, es el que mejor expresa el propósito de la Creación

Así es la vida. Dios creó un mundo incompleto, pero nos confirió el poder de completar Su creación. Al ver a través el “meollo de las cosas” y tener emuná (fe) en que todo proviene de Él, somos capaces de reunir la Creación con su Fuente. Cada vez que estudiamos Torá, rezamos o hacemos alguna mitzvá, estamos expresando nuestra emuná en la unidad de la Creación, y nos estamos reconectando con nosotros mismos de la forma más elevada posible.

Para alguien que ha vivido una vida completamente recta, no existe una distinción tan grande entre la Unidad de Dios y la Creación. Esta persona vivió prácticamente toda su vida conectada a Dios y, por lo tanto, está viviendo, en cierto sentido, en el estado primigenio de anulación con el que Dios no estaba satisfecho. Por el contrario, aquel que cayó, el que cometió todo tipo de transgresiones y se olvidó de Dios, es el que mejor expresa el propósito de la Creación. Y cuando esta persona retorna, está ejemplificando el propósito de Dios: crear un ser distinto que alcance una unión y una conexión total con su Creador. Cuanto más alejados estamos de Dios, más grande es nuestra capacidad de vivir y reflejar la increíble Unidad de Dios. Al ser fuertes y tener emuná en Dios cuando sentimos que Él está lejos, estamos cumpliendo el propósito de la Creación en su grado máximo: ¡estamos completando la Creación Divina!

El pueblo judío mantuvo un estilo de vida milagroso en los cuarenta años que estuvo en el desierto. Se suponía que aquellos que vivían con un nivel tan evidente de manifestación directa de Divinidad iban a entrar a la Tierra Santa, la Tierra de la Divina Providencia, únicamente por medio de la emuná. El mismo Dios que los había engendrado en el Sinaí también los engendraría en la Tierra de Israel. Cada desafío que afrontaran finalmente serviría para que se cumpliera la voluntad de Dios. Pero, en lugar de eso, ellos recurrieron al plan lógico de enviar espías para “inspeccionar” la Tierra, o sea, hicieron su propia “creación”. Su recién creado desafío de encontrar a Dios en la multiplicidad de cosas fue confiado ahora a los espías quienes, por desgracia, no estuvieron a la altura del desafío.

Cada uno de nosotros es un agente del Mismísimo Dios. Se nos ha confiado la vida y se nos ha encomendado que cumplamos la voluntad de Dios conectándonos con Él en cada situación. Es verdad: sería más fácil si siempre tomáramos las decisiones correctas y viviéramos al nivel que tenían los judíos en el desierto. Pero incluso si hemos errado, tenemos a nuestra disposición la emuná, ¡el tremendo poder de completar la Creación Divina!

 

Basado en Likutey Halajot, Shlujin 3

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