Una vez, un joven judío de Tulchin se quedó prendado de las nuevas obras de la Haskalá secular (movimiento laico de la Ilustración) y decidió seguir su visión del mundo. Desgraciadamente, poco después de la llegada de la Haskalá, quedó claro que tal inmersión casi siempre conducía al abandono de la observancia judía en cualquiera de sus formas. Efectivamente, al cabo de un tiempo, este joven abandonó por completo la observancia de las mitzvot y se alejó de la Torá. No es de extrañar que decidiera trasladarse a Berlín, la cuna de la Haskalá, para aprender con los maestros que vivían allí.
La forma más barata de llegar a Berlín desde Tulchin era en la postchaise (el carro del correo). Los viajeros compraban los billetes en la oficina de correos y esperaban la hora señalada para partir, de forma muy parecida a como lo hacían los que deseaban tomar el tren.
Una vez, un joven judío de Tulchin se quedó prendado de las nuevas obras de la Haskalá secular (movimiento laico de la Ilustración) y decidió seguir su visión del mundo. Desgraciadamente, poco después de la llegada de la Haskalá, quedó claro que tal inmersión casi siempre conducía al abandono de la observancia judía en cualquiera de sus formas.
El jefe de correos de Tulchin era Reb Itzjak, el hijo de Reb Noson. Cuando el joven estaba a punto de pagar su billete, vio a Rabi Noson, que acababa de llegar para visitar a su hijo. El joven quedó muy impresionado por el aspecto de Rabi Noson y enseguida le preguntó a Reb Itzjak: “¿Quién es?”.
“Es mi padre”, respondió Reb Itzjak.
“¿Puedo hablar con él?”
“Por supuesto”.
El joven se acercó a Reb Noson y los dos se pusieron a conversar. No pasó mucho tiempo antes de que el joven comenzara a tener dudas sobre lo que hasta ese momento había percibido como “el camino a la verdad”. Así fue como decidió renunciar a su viaje a Berlín y quedarse con Rabi Noson. Este joven hizo teshuvá completamente y, con el tiempo, llegó a ser un judío ejemplar.
Rabi Noson siempre estuvo agradecido por este encuentro. A pesar de que había adquirido tantos méritos por su estudio de la Torá y su devoción a Dios, él mismo dijo que este encuentro (y otro similar en el que también logró que un judío alemán alejado de la Torá retornara a sus raíces) fue siempre una fuente inagotable de alegría y consuelo para él.
Decía: “Me sentiré orgulloso ante el Trono de la Gloria porque traje de vuelta a dos personas que estaban tan lejos de sus raíces: ¡el berlinés y el alemán!”.
Basado en Siaj Sarfey Kodesh II, 618b