La época de las fiestas judías es toda una delicia, días en los que compartimos con nuestros seres queridos momentos y comidas especiales y espirituales. Elevamos toda cosa mundana a otro nivel y nos sentimos conectados y renovados espiritualmente.
En Israel todas las ciudades se engalanan para la ocasión, ya sea Sucot con sus cabañas diseminadas por doquier, Jánuca con sus dulces sufganiot en las pastelerías y sus luces ya características o Pésaj con sus matzot en cada lugar que uno mire. Se disfrutan las compras y se disfrutan las celebraciones. Los días festivos son días de descanso y, a excepción de aquellas profesiones que por necesidad deben continuar en servicio, la mayoría de los trabajadores tienen el día libre.
La época de las fiestas judías es toda una delicia, días en los que compartimos con nuestros seres queridos momentos y comidas especiales y espirituales.
Sin embargo, cuando la persona vive en la diáspora la situación es diferente. Las compras son todo un desafío (especialmente para Pésaj, hay quien incluso viaja a Israel antes de la fiesta para comprar todo lo necesario pero no todos tienen esa posibilidad). En EEUU los supermercados suelen estar abastecidos de todo lo necesario pero en otros lugares, como en ciertos países de Europa, no es ni mucho menos fácil conseguir incluso lo indispensable.
Además del reto de conseguir los ingredientes o productos necesarios para las festividades, uno se encuentra con el reto añadido de solicitar días de vacaciones en el trabajo en plena jornada de alta demanda. Es un asunto especialmente espinoso en septiembre-octubre cuando hay tantos días festivos de Yom Tov y a la vez es el mes en el que se reactiva la economía y los negocios en el mundo entero después de las vacaciones.
Es aquí cuando el judío de la diáspora tiene que hacer acopio de su valor y de su emuná para solicitar estos días libres en el trabajo y poder celebrar como corresponde cada festividad. La conversación con los jefes puede ser más o menos abrupta dependiendo del conocimiento que tengan de la “situación religiosa” del empleado. Normalmente la judeidad de una persona no es un tema de conversación que se trate en la entrevista de trabajo, con lo que una vez que se comienza a trabajar en un puesto de trabajo llega el inevitable momento, tarde o temprano, de tener esta conversación que será más o menos incómoda dependiendo de la relación que el empleado tenga con su empleador.
La conversación puede llegar a un acuerdo, trabajar estos días a cambio de otros en los que el personal quiere descansar, tomarlos como días sin sueldo e incluso he llegado a escuchar sobre personas que han tenido que renunciar a su puesto de trabajo para poder respetar Shabat y fiestas.
Independientemente de cómo se consiga tener permiso laboral para descansar estos días, es indudable que la atmósfera resulta un tanto extraña al judío que vive las fiestas fuera de Israel. Mientras todos se mueven rápidamente hacia la oficina, nosotros caminamos a la sinagoga. Todos pasan el día comprando y haciendo todo tipo de recados mientras que nosotros disfrutamos de la calma del hogar y de las comidas festivas. Se podría decir que es un poco raro o difícil imbuirse de todo el espíritu festivo cuando al salir a la calle vemos solamente vehículos y gente con prisa. Definitivamente es muy diferente en Israel, cuando todo el país descansa (y en Yom Kipur incluso el espacio aéreo está cerrado).
Desde luego, es más difícil adentrarse completamente en las fiestas judías viviendo en la diáspora. Por ello, lo mejor es vivir cerca de una comunidad judía donde haya muchas familias que guarden las fiestas y así poder tener a la mano la sinagoga y las casas de los familiares y amigos donde celebraremos