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¡Cántale a Dios!

Autor: Yehudis Golshevsky
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Si las cosas se ponen difíciles, uno tiene que darse aliento con un ningún, con una melodía sagrada

El Reb Moshe Breslever nos ofrece una idea de la profundidad y la belleza del servicio Divino del Reb Noson: “Una vez yo estaba viajando a Uman con el Reb Noson. Nuestra carreta cubierta servía de especie de beit midrash ambulante donde rezábamos y estudiábamos Torá. El Reb Noson siempre se cubría el rostro con el talit mientras rezaba. Y si bien él solía rezar en voz alta y con gran alegría, en esta ocasión en particular daba la impresión de estar preocupado y rezó en voz baja y con un tono de dolor, lleno de anhelo. Cada palabra que pronunciaba era un desgarro de dolor”.

El Reb Moshe se identificó tanto con el estado de ánimo del Reb Noson que él mismo se llenó de amargura y se puso a llorar. Cuando el Reb Noson llegó al versículo que dice “Cántenle a Dios, Sus jasidim”, hizo una pausa durante unos minutos. De repente, empezó a tararear con gran anhelo la melodía del Rebe Najman de Eshet Jail (“Una mujer de valor”). El Reb Moshe se puso a temblar. Después de que el Reb Noson entonó esta canción durante veinte minutos, de repente empezó a aplaudir con fuerza y se puso a cantar a todo pulmón una alegre melodía de “Cántenle a Dios, Sus jasidim”.

Entonces empecé a valorar todas las bondades que Dios ha hecho conmigo

Sus rezos eran tan alegres y tan fuertes que la gente del pueblo por el que pasaban se quedó con la boca abierta. Embelesados ante el profundo apego a Dios que se detectaba en la voz del Reb Noson, la gente empezó a correr tras la carreta. No querían dejar de oírlo cantar.

Una vez que el Reb Noson terminó de rezar, le dijo al Reb Moshe: “Sabes… cuando empecé a rezar, me sentía muy abatido. Me acordé de que cada vez que iba a ver al Rebe Najman, él me preguntaba que había hecho de nuevo en mi servicio Divino. Y eso me causaba mucha hitjadshut (renovación). Pero ahora no siento absolutamente nada.

Me sentía muy desolado, hasta que llegué a esa parte del rezo en el que literalmente llamamos a los jasidim a que Le canten a Dios. Ni siquiera sé cómo logré decir esas palabras. Pero entonces me acordé de que el Rebe me dijo que si las cosas se ponen difíciles, uno tiene que darse aliento con un ningún, con una melodía sagrada. Y entonces empecé a valorar todas las bondades que Dios ha hecho conmigo. Y después de cantar unos veinte minutos, no quedaron rastros de toda aquella amargura. ¡Me llené de vitalidad hasta tal punto que terminé diciendo los rezos con una tremenda alegría!”.

 

Basado en Tovot Zijronot

 

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