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Cada minuto cuenta

Autor: Chaim Kramer
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Guardar su tiempo fue la clave para la tremenda productividad de Reb Noson.

Después del fallecimiento del Rebe Najman en 1810, Reb Noson dedicó el resto de su vida a dar a conocer y explicar la sabiduría del Rebe a las nuevas generaciones de seguidores. Dotado de una memoria fenomenal, Reb Noson compiló varios libros biográficos detallando las experiencias de vida del Rebe Najman, como así también sus conversaciones y consejos. Así fue expandiendo el cuerpo de literatura Breslov con la escritura de su propia obra magna (Likutey Halajot), plegarias basadas en las lecciones del Rebe (Likutey Tefilot) y los Shemot HaTzadikim (Nombres de los Tzadikim) y les envió cientos de cartas a sus hijos y a sus seguidores explicándoles las enseñanzas del Rebe.

Dotado de una memoria fenomenal, Reb Noson compiló varios libros biográficos detallando las experiencias de vida del Rebe Najman, como así también sus conversaciones y consejos

Poco antes de su fallecimiento, dijo Reb Noson: “El Shaj logró escribir tanto como lo hizo debido a que conocía un Nombre Sagrado que hizo que su pluma se moviera más rápido que lo que es posible por medios naturales. Yo no contaba con ese Nombre Sagrado pero logré escribir todo lo que escribí debido a que cuidé con celo mi tiempo” (Síaj Sarfei Kodesh I, 726).

Guardar su tiempo fue la clave para la tremenda productividad de Reb Noson. Él hacía todo con la máxima velocidad posible. Al desvertirse y vestirse en la mikve, él era el más rápido de todos. Al escribir, su pluma parecía volar por encima del papel. Incluso cuando viajaba, Reb Noson pasaba todo el tiempo que estaba en la diligencia sumido en la plegaria y el estudio de la Torá.

Pero por sobre todas las cosas, él recordaba lo que otros tienden a olvidar: jamás dejó que el día de la muerte se apartara de su mente. Siempre tenía en su pensamiento el tajlit, el objetivo final de esta vida. Y por eso supo cuidar cada momento y nunca desperdició tiempo. Aceptó cada cosa que le pasó como una prueba en su servicio Divino y jamás permitió que algo se entrometiera entre él y sus devociones. No importa lo que le pasara, y no importa cuánto bochorno o sufrimiento tuviera que enfrentar, siempre se mantuvo firme en su deseo de servir a Dios lo mejor que podía.

Unas tres semanas antes de su fallecimiento, se le rompió el reloj. De inmediato, le envió el reloj a su hijo, Reb Itzjak, que vivía en Tulchin, y le pidió que se cerciorara de que lo arreglaran y se lo devolvieran en Breslov enseguida. En su carta a Reb Itjzak, Reb Noson enfatizó cuánto necesitaba ese reloj. ¡Incluso cuando estaba ya en los umbrales de la muerte, Reb Noson seguía guardando con celo cada segundo!

 

“A través del fuego y del agua: La vida de Reb Noson”

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