Brillando en la oscuridad

La Kabalá nos enseña que Dios contrajo Su luz hacia los costados, dejando un “espacio vacío”

 

Al empezar a leer la Torá de nuevo, se relatan varios episodios muy significativos. Estos acontecimientos no fueron simplemente hechos fortuitos ocurridos hace muchísimo tiempo, sino que reflejan un plan exacto de hechos que Dios, con Su tremenda sabiduría, diseñó de modo tal que tuvieran lugar en el momento exacto y en el sitio exacto. Al analizar con cuidado estos episodios, podemos aprender mucho acerca del mundo que nos rodea.

 

Curiosamente, Dios decidió crear primero el mundo en un estado de oscuridad y recién después creó la luz. ¿Por qué no creó ambos ya desde el comienzo? Y otra pregunta más: la Torá afirma que vino la noche y después vino el día: “Dios llamó a la luz ‘día’ y a la oscuridad, la llamó ‘noche’. Hubo noche y hubo mañana. Un día” (Génesis 1:5). ¿Por qué en el judaísmo el tiempo siempre empieza con la noche?

 

Al comienzo, la luz de Dios era omnipresente. Para poder crear el mundo, Dios necesitaba “hacer espacio” para que pudieran existir Sus criaturas. La Kabalá nos enseña que Dios contrajo Su luz hacia los costados, dejando un “espacio vacío” en el cual pudiera tener lugar la Creación. Este acto de oscuridad inicial efectivamente ocultó Su Divinidad de la Creación y es la causa de Su ocultamiento en el mundo hasta el día de hoy. Recién después Dios canalizó Su luz infinita al espacio ahora vacío (véase Etz Jaim 49, 64).

 

El bebé se forma en la oscuridad del útero materno.

ambién en este caso, surge una nueva creación en la oscuridad, y recién después sale a la luz.

 

Vemos este mismo modelo de contracción y revelación en la naturaleza. Por ejemplo, cuando uno quiere cultivar una fruta, primero debe plantar la semilla en la tierra. La semilla empieza en la oscuridad y luego brota por encima del terreno. El árbol crece y va formando ramas y hojas antes de realmente dar frutos. Los frutos mismos reciben su nutrición a través de las ramas, el tronco y las demás partes del árbol que no son comestibles.

 

De la misma manera, el bebé se forma en la oscuridad del útero materno. Al ir creciendo e irse desarrollando, va recibiendo su nutrición a través del cordón umbilical y la placenta. Después del nacimiento, estos órganos, que son la vitalidad misma del feto, son desechados. También en este caso, surge una nueva creación en la oscuridad, y recién después sale a la luz.

 

“La tierra era informe y vacía, con oscuridad sobre la faz de los abismos y el espíritu de Dios flotaba sobre la superficie de las aguas” (ibíd 1:2). Esto significa que el Trono de Gloria de Dios flotaba en el aire por encima del agua (Rashi, ibíd). El Trono de Dios es la madre de la vida, el lugar en el que se formaron todas nuestras almas. Pero dado que Dios creó primero la cáscara externa de oscuridad, muchas veces estamos como ciegos y no logramos percibir las raíces puras y resplandecientes de nuestras almas.

 

Debido a la oscuridad, también nos cuesta encontrar a Dios. Para revelar a Dios en Su mundo oculto, primero debemos quitar las cáscaras externas de todo lo que existe en la creación y cada desafío que enfrentamos en la vida. Más que cualquier otra cosa, nuestro lugar en la vida nos hace actuar de maneras que están muy alejadas de la grandeza de nuestras almas.

 

Enseñan nuestros Sabios: “No juzgues a tu prójimo hasta que estés en su lugar” (Pirkey Avot 2:4). Entonces ¿quién es apto para juzgar? Únicamente Dios, porque cada lugar está contenido dentro de Él. Únicamente Él puede realmente afirmar que está familiarizado con todos los lugares en los que nos encontramos. A los ojos de Dios, nuestras luchas son comprensibles. Por lo tanto, Él nos juzga favorablemente y espera que clamemos por Él para que podamos recuperar la memoria de nuestras verdaderas raíces

 

Basado en Likutey Halajot Orlá 4