Si quien hubiera tenido por delante el platillo de murciélago estofado hubiera sido judío, otro gallo nos hubiera cantado. Habría dicho que “no” y todos contentos.
Ni que decir tiene que los preceptos ordenados a través de la Torá enriquecen nuestra existencia. Pero no solamente eso, sino que también pueden llegar a salvar nuestras vidas tanto a nivel físico como espiritual.
Las costumbres judías nunca han pasado desapercibidas a lo largo de los años, ni tienen la intención de hacerlo. Cuando se habla de pandemias no faltan los comentarios referentes a cómo los judíos se salvaron por mantenerse fieles a la Torá (aunque muchas veces estos comentarios tienen cierto tono antisemita ya que insinúan que los judíos conocían la cura y no la compartían con los no judíos).
Incluso hoy en día, hay gente que sigue pensando que los judíos no comemos cerdo para mantener una costumbre que surgió en los tiempos de la peste porcina, que causó la pandemia de comienzos del siglo XX en la que murieron decenas de millones de personas. Este pensamiento es inexacto tanto desde el punto de vista religioso como científico.
Incluso hoy en día, hay gente que sigue pensando que los judíos no comemos cerdo para mantener una costumbre que surgió en los tiempos de la peste porcina, que causó la pandemia de comienzos del siglo XX en la que murieron decenas de millones de personas.
La gripe española, la peste porcina o gripe porcina se llamó así porque se asoció con el cerdo y efectivamente afecta a los cerdos pero su transmisión a los humanos no es tan común como se pensaba o como lo fue en un principio. Una variante de este virus es el que estacionalmente da lugar a esa molesta gripe que nada tiene que ver con el consumo de cerdo hoy en día. Obviamente, el hecho de que los judíos no consumieran cerdo pudo ayudarles, así como la separación física y el menor contacto que había entre los judíos y los cristianos. Es posible que las comunidades judías sufrieran en menor grado los estragos de esta pandemia si bien esto no quiere decir que los judíos salieran completamente indemnes. Ahora bien, si solamente hubieran quedado infectados aquellos que comían cerdo entonces los judíos se hubieran librado por completo. El problema es que el virus se empezó a transmitir entre humanos y ahí fue cuando la pandemia cobró fuerza.
Al contrario de lo que pensaban los antisemitas de la época, la realidad no es que los judíos sabían a ciencia cierta que el cerdo transmitía esta enfermedad y por eso no la comían guardando el secreto solamente para sus comunidades y dejando que los demás murieran. Para el judío comer cerdo es una prohibición que no se puede pasar por alto, podemos imaginar y hemos constatado a lo largo de la historia que esta carne no es de lo más saludable y que puede transmitir enfermedades, pero la verdadera razón por la que no se consume es simple y llanamente que así está escrito en la Torá.
Di-s nos cuida y nos ha dado un código de leyes completo para que llevemos una vida saludable y evitemos las enfermedades. También el murciélago está prohibido, dicho sea de paso, por si acaso el coronavirus viene de este animal. Si quien hubiera tenido por delante el platillo de murciélago estofado hubiera sido judío, otro gallo nos hubiera cantado. Habría dicho que “no” y todos contentos.
Pero no fue así, sea por esta o por la razón que sea que el coronavirus fue liberado, lo cierto es que nunca ha estado tan de relieve la importancia del netilat iadaim. HaShem conoce todo lo que ha existido y existirá y los judíos teníamos la obligación de lavarnos las manos ya desde hace tiempo, no es algo nuevo. Cierto es que ahora hay que lavarlas durante un tiempo determinado y de una forma precisa para eliminar los virus. Bueno, el netilat iadaim también se hace durante un tiempo determinado (lo que se tarda en verter el agua de la natlá) y también se hace con unas directrices precisas que dependen de lo que haya hecho o vaya a hacer la persona.
La obligación de distanciamiento social derivado de las leyes de recato y el lavado de manos eran señales inequívocas de que hay que cuidarse. Pero tal vez no las estábamos cuidando como corresponde y han tenido que refrescarnos la memoria.
Hay que mantener distancias de seguridad (entre hombres y mujeres) que perjudican nuestra alma, y por si a alguien le costaba trabajo imaginarse estas distancias entonces viene un virus para que lo pueda visualizar mejor. Hay que mantener unas normas de higiene, y por si esto se tomaba a la ligera entonces a causa del virus nos dicen, hasta los ateos más recalcitrantes, que lavemos nuestras manos si hemos estado en un lugar potencialmente contaminado.
Se ve que no teníamos suficiente con seguir las leyes por emuná, han tenido que venir a recordárnoslas los médicos y los científicos. Ironías de la vida.