Muchas veces en la vida, nos enfrentamos a situaciones difíciles y nos sentimos estancados.
Si bien el intelecto infantil por lo general es mucho más débil que el de un adulto, en lo que concierne a su imaginación, es exactamente al revés. Todos sabemos lo poderosa que puede llegar a ser la imaginación del niño. Este literalmente cree que sus pensamientos son una realidad alternativa.
En Tiniana 8 (la segunda parte del Likutey Moharán), el Rebe Najman dice que el elemento clave de la fe verdadera es una imaginación clara. El intelecto está limitado por el conocimiento que alberga. La fe recién empieza allí donde el intelecto no puede continuar. Por medio de una imaginación pura podemos alcanzar niveles de fe muy elevados y acercarnos a nuestro Creador.
Muchas veces en la vida, nos enfrentamos a situaciones difíciles en las cuales nos sentimos estancados. No creemos que podamos alguna vez quebrar el ciclo vicioso en el que nos encontramos atascados. Ya sea que se trate de un pozo financiero, una adicción a alguna sustancia o un mal trabajo, nos devanamos los sesos tratando de explorar todas las opciones que puedan liberarnos, pero nos quedamos con esa sensación de abatimiento de ser siendo “el mismo de siempre”. Yo creo que este pesimismo proviene de lo opuesto a la imaginación: el cinismo. Cuando vemos que el niño está perdido en sus fantasías, nos resulta cómico. Nos parece ridículo que el niño pueda creer en algo que nosotros no entendemos. Nosotros también estamos limitados por el intelecto. Nuestro ego no nos permite tomar en consideración algo que sabemos que no existe. Pero el niño tierno está en contacto con un poder que lo catapulta a otro mundo. El niño imagina. El niño cree.
Muchas veces en la vida, nos enfrentamos a situaciones difíciles en las cuales nos sentimos estancados…
El Rebe dice luego que el papel del verdadero tzadik consiste en depurar nuestra imaginación. Con su rúaj hakodesh (espíritu profético), él nos enseña lo que es la fe y cultiva nuestra facultad imaginativa.
Dice Reb Noson (Hiljot Kavod Rabó 3:6) que esto es precisamente lo que es tan triste acerca de la destrucción del Templo Sagrado. Porque cuando el Templo estaba en pie, había un gran espíritu de profecía. Los tzadikim atrajeron ese espíritu profético e insuflaron en nuestras almas palabras de optimismo que depuraron nuestra imaginación y consolidaron nuestra fe.
Qué triste es que, al haber quedado tan pocos tzadikim verdaderos, nos sintamos estancados en un mundo dimensional de repetición. Nuestra única esperanza es absorber sus santas palabras y abrir la mente a una realidad diferente: el espacio de la imaginación, el mundo de la fe.
Originalmente publicado en Ahalel Davar.